carcassonne - En realidad, Lisa, que estudia Ciencias Políticas, hubiese preferido recibir y acompañar todo el día a Manuel Valls, primer ministro francés, o a Françoise Hollande, presidente de la República, en su visita al Tour. Pero eso, claro, es trabajo de Prudhomme. A ella le toca estar a la sombra. En la sala de prensa. Atiende a los despistados y reparte papeles por las mesas. Los de la previsión del tiempo, los cortes de carreteras, horarios de una y otra cosa? Y las clasificaciones. Alguna vez ha estado tentada a manipularlas. Cogería a Bardet, ha llegado a soñar, y lo pondría aún más arriba, por encima de Valverde y de Nibali, de amarillo. No es que admire al chaval, ni que se haya enamorado del chiquillo, 23 años y carita de 18, es que es su hermano mayor. Por eso se esconde un rato todas las tardes para ver el final de etapa. Y nadie le ve, pero sufre, se le ponen rojas las mejillas pálidas, y aprieta los puños. No los suelta hasta que llega su hermano a meta, sobre todo, entero, pero también fresco y fuerte, mono con el maillot blanco de mejor joven. ¡Qué miedo tiene a que le pase algo! ¡Qué nerviosa se pone!

Y qué roja cuando se le pregunta por su hermano por la mañana en la que aprovecha el día de descanso, su jornada libre también, para ir a verle, pero asume que tiene que ser casi desde la distancia pues el chico debe posar para las fotos con los aficionados, tiene que firmarles autógrafos y tiene que prometerles que luchará por el podio, claro que luchará en los Pirineos contra el español -Valverde- y el americano -Van Garderen-, pero, también, no queda otra, contra sus hermanos franceses, Pinot, otro joven de su generación, pero rival porque el Tour hace tiempo que no se corre por selecciones, y Peraud, este viejo y experimentado, pero amigo, compañero en el Ag2r, o eso parece. Qué cerca esta de la gloria el chaval. Y qué poco se le nota. Con qué calma se toma lo de las fotos y los autógrafos. Con qué pausa busca las zapatillas, se las pone y le dice al mecánico, sin que una palabra suene más alta que la otra, que le ajuste las bielas de la bici de contrarreloj, que se las apriete mientras a su espalda el parking del hotel parece el patio del colegio en hora punta. “Siempre ha sido así”, dice Lisa, “es muy tranquilo, no le he visto nunca nervioso. Estos días hablo con él por teléfono y lo mismo. Está tercero en el Tour y lo lleva como si nada. La presión nunca le ha afectado. Y ahora dice que tampoco. Que la nota, pero que no le hace mal”. Cuenta Lisa que Romain fue siempre un buen hermano, cuidadoso y protector, y que lo sigue siendo, pero le da vergüenza hablar de ello. Así que tiene que venir Philippe Bardet, su padre, para rescatarla y contar algo del pasado del niño, su afición por la bici desde los cuatro años, su primer dorsal a los diez, sus ídolos, los franceses, Virenque y Jalabert y? Está más interesado en lo que viene. “¿Cómo ves a Valverde?”.

Le podría responder el propio murciano, que duerme en una de las habitaciones del mismo hotel que su hijo el día de descanso que, reconoce, le viene tan bien y lo necesitaba. El Tour le está exprimiendo. “Siempre lo hace, pero más que ninguno este que está siendo tan diferente a otros”, explica Valverde, que, como su director Eusebio Unzue, prevé unos Pirineos espectaculares y más que de atacar, habla de ver y de encontrar y de ingeniárselas para esquivar a la muerte -deportiva, se entiende- que acecha en cada curva de cada puerto, cuesta arriba o cuesta abajo, que hay unos cuantos -Balés hoy antes de bajar a Luchón; Peyresourde, Val Louron y Saint Lary, mañana; Tourmalet y Hautacam, el jueves-. “Y fíjate que he visto Tours y que en Pirineos las he conocido de todos los colores”, reflexiona Unzue, que podía remontarse al 77 para contar cómo venía con el Reynolds aficionado de los Azkarate, Segura o Atxa a la Aragón-Bearn a subir sobrecogidos los colosos; “pero como este, ninguno. Es el más tenso y el más rápido que he conocido. Ningún día hay concesiones. Los físicos están muy castigados y los Pirineos son tan duros que no descarto más explosiones”, añade como si quisiese decir que no hay que fiarse de los datos de los puertos, de los porcentajes y de las altitudes, que el Tourmalet, por ejemplo, mide 2.115 metros, o eso pone, pero que en realidad esta vez tendrá muchos más, será más grande que nunca, más coloso, más duro.

nadie está exento “Y un mal día ahí en otro lado, que en los Pirineos hay muchas trampas, acaba con cualquiera”, abunda Unzue mientras Valverde recuerda la condición humana de todos los que le rodean a diario en el pelotón y a los que ve sufrir como sufre él y aguantar el dolor de piernas como lo aguanta él, incluido Nibali, del que nadie habla porque corre por libre. “Incluso él tampoco está exento de un mal día que podamos aprovechar los demás, aunque es poco posible que eso ocurra”, reconoce el murciano, más preocupado por los que le siguen, Bardet, Pinot, Van Garderen y Peraud, por ese orden, a los que mira por el retrovisor y valora como contrarrelojistas cuando se lo piden -Van Garderen y Peraud los más temibles; Bardet y Pinot, inferiores.

“Pero los que tienen que recortar son ellos, que yo estoy por delante”, advierte Valverde; “y antes de la crono -el sábado, 54 kilómetros- están los Pirineos que son tan duros, y estamos todos tan cansados?”. ¡Qué miedo a perderlo todo! Y qué miedo tiene Lisa de que le pase algo a su hermano.