Hay que ver a Oleg Tinkov, el ruso millonario dueño del equipo de Contador que podría alojarse, si lo hubiera en Besançon, en un Ritz en el que el champagne manara de los grifos dorados del baño, y está en el Zenitude, un hotel que es residencia, un vestíbulo minúsculo con un cuadro que no se llevaría a casa nadie si se lo encontrara por la calle y un papel colgado en la puerta que recuerda que las habitaciones que se alinean en un pasillo triste con poca luz, gris, más triste aún la máquina de café, se abandonan a las 10.00 de la mañana, ni un minuto más tarde. Y hay que verle, de verdad, salir a la calle, un barrio residencial a las afueras de Besançon, un lugar dormitorio, donde está Faustino, el mecánico que ama a Contador y a la inversa, limpiando las bicicletas desanimado, triste y cabreado con el mundo porque repite, y algo sabrá, el chico estaba en la mejor forma de su vida. Y Faustino, dolido, saca brillo y ajusta lo que hay que ajustar, y cambia lo que hay que cambiar de todas las bicicletas, salvo la de Contador, para qué iba a hacer ese trabajo inútil, mientras Tinkov, la melena rubia bien mojada y pegada a la cabeza, deambula buscando dónde se desayuna en ese lugar, él, que podría chasquear los dedos y hacer aparecer seis docenas de bandejas de plata con ostras y caviar, y en su lugar tiene que dar la vuelta al edificio, bajar unas escaleras y cruzar a pie un descampado asfaltado de piedras, unos 150 metros de trayecto, menos incluso, que son una maratón para Contador, que para ir a desayunar tiene que pedir a Jacinto, su jefe de prensa y cuidador, que aparque en la puerta el BMW negro y le espere.
Contador, claro, aparece cojeando, con la rodilla cubierta con un protector. Camina lento, habla poco, “gracias” a quien le enseña su lamento, y no sonríe nada. Tiene que agarrarse a la barandilla para bajar cuatro escaleras que le dejan ante el BMW, antes de meterse en la parte de atrás, el único lugar donde puede ir con la pierna bien extendida. De regreso tras el desayuno, las escaleras vuelven a ser un martirio, la barandilla y el hombro de Jacinto, sus muletas, la habitación, el refugio donde el fisioterapeuta trata de que las horas antes de coger el avión de Tinkov que le saque de Francia no sean tan tormentosas.
Cuando regresa al vestíbulo ya es mediodía, las bicicletas están limpias, Tinkov se ha vestido de ciclista y ha salido a tomar el sol con los compañeros huérfanos de Contador, ¿qué harán ahora?, también Riis. Esta vez, el madrileño se para en el vestíbulo, frente al cuadro, y espera a que le pregunten.
-¿Qué tal la noche, Alberto?
Sueños y pesadillas Las noches del Tour, podría explicar Contador, son noches calurosas de verano bajo mil estrellas en las que a veces los ciclistas, recién cenados y cansados de estar entre cuatro paredes, salen hasta el aparcamiento y se sientan ahí a charlar y soñar despiertos antes de acostarse y que el sueño les cuente la historia más bonita que jamás soñaron y solo puede ocurrir en el Tour, el país de los sueños ciclistas. De algo de eso querría hablar Contador con su fiel Jesús Hernández al despertarse, de que en lugar de un sueño, ha vivido una pesadilla mientras dormía. Que se caía en este Tour en el que tiene la forma de su vida y abandonaba incapaz de soportar el dolor. Qué sudada y qué angustia de sueño. Pero cuando se despierta en su habitación del Zenitude en la cama de al lado ya no está su buen amigo, devorado por el Tour unos días antes y ya en Madrid, y comprueba desolado en mitad de la noche que la pesadilla no es etérea, sino de carne y hueso, y duele más que el dolor de la rodilla donde parece que la tibia está rota por algún lado. “Así que es verdad”, se acaba diciendo Contador en la noche cuando ve su rodilla que le recuerda que ya no está en el Tour.
Ya había soñado antes esa pesadilla. “Este año el Tour lo he preparado más minuciosamente que nunca en mi carrera deportiva y eso ha hecho que las semanas antes del Tour soñara a veces con que había tenido un problema y el Tour se había ido al traste. Pero luego me despertaba y veía que no era cierto. Esta vez sí que es así, es cierto lo que está pasando, y la sensación es bastante dura porque ha sido mucho lo que me he sacrificado”, dice de pie en el vestíbulo donde está tentado a decir que ahora le tocará ver los toros desde la barrera, pero él mismo se retracta y reconoce que no es verdad, que no piensa ver el Tour por la televisión. “No creo que sea capaz”.
-¿Tanto le duele?
-Más que el dolor de la rodilla, que es mucho dolor.
-¿Porque ve que otro Tour se le escapa?
-Quizás sí, quizás sea eso. Estaba deseando que llegara la etapa de ayer, que llegara el puerto, empezar a tope, hacer la carrera muy dura. Me encontraba bien, pero así es el ciclismo. Tenía una buena oportunidad e iba a disfrutar mucho en este Tour de Francia, pero me ha tocado.
-Deja la carrera huérfana.
-Si te digo la verdad no sé ni cómo término ayer. Sé que ganó Nibali pero no sé ni las diferencias. De todas maneras, se le pone todo muy a favor.
Y poco más cuenta en ese vestíbulo Contador, que tiene prisa por salir hacia el aeropuerto y montarse en el jet privado de Tinkov que le debe dejar en Barajas. Desde ahí fue directo al hospital Cemtral que dirige el doctor Guillén, una consulta urgente agilizada por la mediación del Real Madrid y Emilio Butragueño. “Quería agilizar todo lo máximo posible para ver lo que tengo, cuánto tiempo necesito para recuperarme y pensar en subirme a una bicicleta lo antes posible”. Allí recibió las noticias más esperanzadoras dentro de estas horas de tristeza: no tendrá que pasar por el quirófano. No precisa cirugía, la lesión se tratará de manera conservadora. “En cuanto se le cure la herida que sufre en la rodilla derecha, en una semana o diez días, Contador podrá volver a pedalear”, afirmó el doctor Manuel Leyes, que no descarta que el madrileño pueda estar en la línea de salida de la Vuelta el próximo 23 de agosto. “Diría que es difícil, pero dentro de estas fracturas, Alberto la tiene en uno de los mejores sitios. Mejor que haya sido en la zona central que en la lateral. No tendrá secuelas, solo problemas de movilidad”, certificó.