para ganar el Tour hay que ser un elegido, ya se sabe. También para correrlo. De los tres millones de habitantes de Euskadi, solo nueve estaban en la salida de Inglaterra. Del resto del Estado, 40 millones de población, otros once. Solo 44 de los casi 70 millones de franceses corren su carrera. O cuatro de los 50 millones de británicos, 17 de los 60 millones de italianos, 10 de los 80 millones de alemanes? Pero solo uno, calculen el porcentaje, de los 1,351 miles de millones de chinos. Es curiosa la historia de Ji Cheng, el primer chino que corre el Tour. Es de Harbin, capital de la provincia de Hei Long Jiang, en el extremo nororiental de China fronterizo con Siberia, donde el frío. El récord llega hasta los -55ºC. Tirita hasta el mercurio. De allí es Cheng, 27 años. Allí vivía cuando empezó a andar en bici. Ahora reside en Hengelo, Holanda, el que llaman el país de las bicicletas. Pero China sí que lo es. Dicen que hay 130 millones de bicicletas eléctricas circulando por ahí, que se venden 23 millones al año, 43 por minuto, y se fabrican unas 5 millones de unidades mensuales de todo tipo de bicicletas; no se sabe cuántas habrá en todo el país, pero anualmente se roban 470 millones. Toda esa gente va en bicicleta. Pero solo uno corre el Tour, Cheng, del Giant-Shimano, que le contrató tras entrevistarle en 2006 en un proceso de búsqueda de un corredor chino que pudiese correr en el equipo. Pedían que hablara inglés y supiera cocinar. Les prometió que el idioma lo aprendería, y que lo de cocinar se le daba de cine. Le salen de miedo las alitas de pollo con Coca-Cola. Eso dicen sus compañeros, para los que trabaja. Le han puesto el apodo de asesino de fugas. Se encarga de neutralizarlas para que ganen Degenkolb o Kittel. Eso es lo que hace en este Tour el primero chino que lo corre, lo que tampoco es noticia.

No lo es lo exótico en el ciclismo. El primer australiano que gana el Tour, el primer inglés, un japonés en el pelotón, un negro, un sudafricano de líder, alguno con un riñón, un eritreo? Por todo eso ya ha pasado el ciclismo y ya no sorprende. Lo extraño es normal; lo que era habitual, extraño.

El ciclismo es un deporte viejo y lo clásico se tambalea. Hace unos días que Dave Brailsford, patrón del Sky que obró el milagro de poner a un inglés de amarillo en París, dijo en L’Equipe que su próximo reto era hacer que un francés volviese a ganar el Tour. En 2015 se cumplirán 30 años de la última victoria gala, con Hinault. El ciclismo francés vive desde entonces de promesas, de la derrota de Fignon en el Tour del 89 ante Lemond, de los podios de Virenque, sus cabalgadas en la montaña, su maillot de puntos rojos, las etapas del 14 de julio para jolgorio nacional? Poco más. Y dentro de lo que cabe, no están mal.

Peor lo lleva Holanda. El futuro de su único equipo es incierto. Belkin, heredero de la estructura del Rabobank que se hartó de tanto escándalo y dopaje, no sigue en 2015 y el equipo está en venta. Pero nadie lo compra. O no de momento. Se escuchó antes de que arrancara el Tour que el proyecto de Fernando Alonso podía ir por ahí. Pero no se sabe. Ha dado tantas vueltas. Y le cuesta tanto arrancar?

Otros han echado el freno. Cannondale parece que no quiere seguir. O no, al menos, cargando sobre su espalda todo el presupuesto de un equipo World Tour, que son unos cuantos millones. Mínimo, 10. ¿Cuántas bicicletas hay que vender para amortizar eso? Trek, BMC y Giant son las otras tres marcas que tienen equipo. Los fabricantes de bicicletas sosteniendo el ciclismo. Eso sí que es clásico. BH, Orbea, Bianchi? Todas tuvieron equipos ciclistas. Y ahora, las dos primeras no están en el Tour. No hay bicicletas vascas en la ronda gala, el mejor escaparate, donde hay que estar porque, por ejemplo, se le saca partido y se hace saber que Boom ganó la etapa del pavés con un cuadro especial sin vibraciones de Bianchi y que Pinarello había revolucionado su Dogma, la 8, para que el Sky tuviera una aún más ligera y más aerodinámica o que Trek había dado un paso atrás en su nueva Madonne y había devuelto el puente de freno trasero a su sitio, en lugar de abajo, pero con un nuevo sistema de sujeción al cuadro que lo hace más estable. Y esas cosas se saben, y los cicloturistas las miran y las estudian, y les entran por los ojos en el Tour y por eso Orbea querrá que su nueva Orca -más estilizada y ligera- regrese a este escaparate, y también BH. Porque saben que lo que hay fuera de este escaparate no existe, o existe menos. Que aquí todo es noticia.

Salvo que lo corra un chino, aunque sea el primero. Eso ya no. Lo es más la resistencia de los clásicos. Que Brailsford pueda ganar el Tour con un francés. Eso sí. O, como dice alguno, el día que solo un vasco lo corra, que puede pasar como ha pasado que desaparezca el equipo de los vascos. Y lo improbable que es que regrese, al menos a corto plazo e incluso que salga un proyecto más humilde porque no hay señales a estas alturas, y las que hay no son buenas, y julio, el Tour, marca una especie de frontera para hacer público esas cosas. Y exótico podría ser también en el futuro el ciclismo español que ahora cuenta con Contador, Valverde y Purito, pero ¿y cuando estos se retiren? Se habla de Jon Izagirre como el corredor con más porvenir. Pero de equipos nada. Está Movistar. Y luego Caja Rural, Euskadi y Burgos. Que salga otro será noticia. No un chino en el Tour.