De vendimia por La Rioja Alavesa
el verano va terminando. Se nota que los días se acortan y vamos volviendo a nuestras rutinas tras las vacaciones, las fiestas, los días de playa, días de descanso.
Dentro de pocas semanas las vides se llenarán de gente afanada en recoger el rico fruto que es la uva, con la que tantos y tantos bodegueros producen los ricos vinos con los que brindaremos por nuestras alegrías y con los que intentaremos olvidar nuestras penas.
La Rioja Alavesa será uno de estos centros de elaboración de algunos de los mejores vinos del mundo y se llenará de vendimiadores y de curiosos que pasarán allí algún fin de semana disfrutando de las vides en su apogeo.
La ruta de esta semana discurre por las carreteras que atraviesan estos campos y nos permite apreciar cómo cualquier rincón es aprovechado para plantar las cepas, y cómo la naturaleza, el terreno y la altitud marcan el límite donde se puede y no se puede cosechar la vid.
Saldremos de Labastida para empezar a rodar por un terreno descendente, aunque sinuoso, hacia el sur en dirección a Elciego pasando por San Vicente de la Sonsierra. Al llegar a la bonita localidad de Elciego (km. 22) ya giramos de nuevo hacia el norte para descansar un poco en Laguardia (km. 28), donde merece la pena el entrar en su recinto amurallado para apreciar sus callejuelas estrechas.
Vamos a ir ahora hacia El Villar (km. 34) por una carretera muy solitaria, y ya el terreno se nota que se endurece, ya que vamos acercándonos hacia los montes de la Sierra de Cantabria que es el límite natural de La Rioja y de la zona vitivinícola.
Pasamos Cripán (km. 39) y Meano (km. 44) para terminar este largo ascenso en el paso del Alto de Bernedo o puerto de La Aldea (km. 46) tras haber hecho algunos kilómetros por tierras navarras.
Tras la bajada, dejamos el pueblo de Bernedo (km. 50) para ir hacia Peñacerrada ya en la cara norte de la Sierra de Cantabria, por una carretera al principio llana hasta las cercanías de Lagrán (km. 58) pero con algunos repechos considerables antes de llegar a Peñacerrada (km. 70). Es aconsejable admirar la puerta de la muralla de este pueblo, con sus dos torres altivas.
Aquí de nuevo tomaremos rumbo sur para atravesar por segunda vez la frontera natural que supone la Sierra de Cantabria, esta vez por el puerto de La Herrera, que aunque lo afrontemos por su cara más suave, no deja de ser una subida de entidad. Sus kilómetros ya llegando a la cima atraviesan un hermoso bosque de hayas lo que nos permite cobijarnos del sol los días calurosos del verano.
Para los que no conocen la zona llama mucho la atención cómo, al de pocos metros de atravesar el puerto (km. 77), la vegetación cambia de golpe y entramos en una zona climatológicamente diferente. Desaparecen las hayas, que necesitan la lluvia y la humedad, y el paisaje cambia a otro más acorde con las zonas secas. En cuanto bajamos de altitud lo suficiente, de nuevo nos encontramos con plantaciones de vides para sacar el máximo partido a esta tierra rica en vino.
Pasamos Samaniego (km. 87) y regresamos a Labastida (km. 98) por la misma carretera por la que hemos empezado la ruta, aunque una bonita variante para alargar un poco el recorrido y rodar los últimos kilómetros con menos tráfico es dar un rodeo por Rivas de Tereso desde San Vicente de la Sonsierra y entrar en Labastida por el norte. No nos arrepentiremos.
Por supuesto, unas patatas a la riojana y un buen vino nos ayudarán a olvidar el cansancio y recuperarnos rápidamente.