sanxenxo. La Vuelta se corre en la montaña -recuerden, 11 finales en alto, el primero hoy con la llegada al Monte da Groba-, pero empieza sobre el mar. En una batea de mejillones que está varada a unos cuantos metros del muelle de Vilanova de Arousa. Hasta allí solo se puede llegar en barco, que es como se acercaron los corredores antes de formar para salir en la crono por equipos. ¿Y para regresar a tierra? Pedalearon sobre el mar. Por una pasarela de cristal trasparente y antideslizante. Un presagio. Nibali, el tiburón que viste de azul, fue el que más partido le sacó a la tarde. Su Astana se movió como pez en el agua, ganó la crono por equipos y vistió de líder a Janez Brajkovic, el esloveno que lideró dos días la Vuelta de 2006 cuando era un niño y desde entonces no había tenido suerte con las lesiones y las caídas. La última, en el Tour que había preparado con esmero y tuvo que abandonar. "Quería compensar esa mala suerte", concedió su jefe de filas, que después de 27 kilómetros con la cabeza metida en el manillar, la sacó como si saliera del agua en el puerto de Sanxenxo, junto a la playa y el paseo sembrado de taperías, y comprobó que le había dado un buen mordisco a la Vuelta.

Las primeras diferencias a su favor son importantes: 29 segundos a Valverde, 59 a Purito, 1:14 a Samuel y 1:26 a Basso. Nadie esperaba tanto el primer día de la Vuelta en la que solo se habla de la montaña, de las once llegadas en alto. "Pero es que el recorrido era muy duro al principio, muy gallego, y se nos partió el grupo", se sinceró Purito, el ciclista al que todos señalan como favorito mientras él se esfuerza por repartir el peso de esa responsabilidad entre las espaldas de los demás. "Partimos todos al mismo nivel". Nibali, Valverde, Samuel, Basso y él mismo.

De los cinco salió el ciclista italiano del primer chapuzón de la Vuelta la mar de contento. Y con él Valverde, que contó los segundos que le quitó Nibali y luego sacó el retrovisor para felicitarse por el retraso de Purito, al que señaló directamente, y Samuel, que, como el catalán, asistió a la descomposición de su equipo en los duros repechos de la primera parte del trazado. Euskaltel sufrió más de la cuenta al fallarle algunas de las piezas fundamentales. Antón, por ejemplo, se dejó 2:43. Otro buen escalador como Landa, 4:23, el mismo tiempo que el duro y fuerte Oroz, y algo más Pablo Urtasun.

El día claro y azul por la costa gallega fue negro para los ciclistas vascos. A la pérdida de tiempo de Euskaltel que carga con 1:14 de retraso a Samuel -el ovetense, en cambio, se mostró fuerte en la crono, en forma, preparado para la batalla en la Vuelta- se le sumó la desgracia de Beñat Intxausti, descolgado del tren del Movistar de Valverde. El vizcaino, que lideró el pasado Giro en el que ganó también una etapa, se dejó 2:27 porque se le salió la cadena, no pudo meterla en marcha y tuvo que parar para devolverla a su sitio. La desgracia se ensañó con más crueldad con Koldo Fernández de Larrea, el esprinter del Garmin que tropezó con una pequeña piedra en un descenso, se dio un golpe tremendo y pudo alcanzar la meta -último a más de seis minutos- para comprobar más tarde en el hotel que no sufre ninguna rotura -se temió por su clavícula- y que hoy, seguramente, estará en la salida para tratar de continuar en carrera hasta que el dolor de los golpes se lo permita.

irizar y zubeldia Todas esas desgracias del ciclismo vasco podrían haber sido compensadas, al menos en parte, si el deseo de Markel Irizar, de pie sobre la madera del pantalán de Sanxenxo y su mirada azul fija en la pantalla gigante, se hubiese hecho realidad. "Una alegría ya nos merecemos", rogaba el guipuzcoano del RadioShack, serio y parco en palabras como no muchas veces por la tensión del momento. Casi mudo cuando Cancellara, que estaba junto a él y Zubeldia, pidió silencio cuando hacía su entrada en meta el Astana y bajaba por diez segundos su mejor tiempo para vestir a Brajkovic de líder junto al mar, donde apareció el tiburón para darles un buen mordisco a sus rivales.

Desde el borde de la costa miró el italiano, primero, a la montaña, al Monte da Grobe, 11 kilómetros de subida al 5,6% con rampas del 10% en el kilómetro tres, en el que cree que no habrá muchas diferencias. Después, al horizonte. "El golpe lo daré el último día", dijo después de explicar que dejó que Brajkovic se vistiera de rojo por deferencia, bondad de líder, pero también por quitarse de encima la presión de comandar la Vuelta más dura que se recuerda y que no ha hecho más que empezar.