Un día de tortura con Txurruka
DEIA sigue la etapa en el coche del Caja Rural para asistir a la lucha del ciclista vizcaino por retener el maillot de la montaña Varios problemas mecánicos condicionan la jornada del equipo navarro
arrate. Cada día de competición esconde una carrera que nada tiene que ver con lo que enfocan las cámaras de televisión. Más allá de la cola del pelotón, lejos de quienes aprietan los riñones para ser el primero en la línea de meta, una caravana de coches serpentea sobre el asfalto. Maniobras, estrategias, material deportivo, radios, alimentos... Son varias las cosas que convergen y que se gestionan en cada vehículo. DEIA tuvo la oportunidad de vivir la etapa de ayer en el coche de Eugenio Goikoetxea, el director del Caja Rural. Tras tres jornadas en las que Amets Txurruka demostró que en el ciclismo de élite hay un camino para encumbrar a los equipos más humildes, el Caja Rural tuvo que sudar tinta china para sortear dificultades desde los primeros kilómetros.
Tras recibir la carrera el miércoles en La Lejana, Trapagaran sirve de punto de partida de la cuarta etapa de la Vuelta. Un bosque de paraguas baila entre los autobuses de los equipos minutos antes de la salida neutralizada de la carrera. El primer coche del equipo navarro, con un mecánico y el director a bordo, parte tras el pelotón de 157 corredores. En cabeza, no tardan ni cinco minutos en producirse los primeros conatos de fuga. Radio Vuelta canta los dorsales de cinco ciclistas que toman unos segundos de ventaja. Casi al instante, desde el asiento trasero, el mecánico le informa al director del equipo, que está al volante, los nombres de los propietarios de los dorsales. Goikoetxea coge el micrófono de su radio y les pasa la información a sus corredores. Si el día es propicio, Txurruka intentará sumar más puntos para la clasificación de montaña y, si no es posible, basta con intentar controlar a corredores que pudiesen hacer peligrar su maillot en los últimos días de carrera. Nadie se pone nervioso en el equipo verde. Ninguno de los corredores en cabeza supone una amenaza.
La carrera atraviesa Bilbao y, poco después de pasar junto al ayuntamiento, llega el primer contratiempo de la jornada. Subiendo las rampas de Begoña, Radio Vuelta reclama la presencia del coche del equipo navarro en la cola del pelotón. Amets Txurruka espera allí, con la rueda trasera pinchada. Mecánico y director se bajan del vehículo bajo la intensa lluvia. En diez segundos la rueda es reemplazada y es el propio Eugenio Goikoetxea quien empuja a Amets durante 20 metros para ponerlo de nuevo en marcha. Es entonces cuando comienza la agonía del corredor vizcaino. Tras atravesar medio Euskadi fugado durante tres etapas, en la cuarta se ve condenado a luchar otra vez en solitario, pero esta vez para intentar dar caza al pelotón. Tras unos minutos peleando al refugio de los coches de la carrera, Txurruka contacta con un grupo de corredores que han quedado rezagados. Ahí encuentra el apoyo de su compañero Omar Fraile.
La cabeza de Eugenio trabaja deprisa, pensando cuál es la mejor manera de alcanzar al pelotón. Amets y Omar colaboran con otros corredores del grupo haciendo relevos, pero el director teme que si obliga a otros dos corredores a retrasarse, recaiga sobre ellos todo el trabajo y el resto del grupo deje de colaborar. Para colmo de males, en cabeza no termina de cuajar ninguna escapada que haga que el pelotón baje el ritmo. Los nervios afloran en la pareja del Caja Rural. Fraile se acerca al coche. "¿No hay fuga?", y hace una mueca cuando le informan de que la distancia no hace más que aumentar.
Y por fin, en Abadiño, surge una escapada y el pelotón disminuye el ritmo. Tras una hora volando a 49 km/h, el grupo de rezagados puede empezar a recortar distancia. En el kilómetro 55, subiendo Pagatza, Fraile y Txurruka alcanzan el pelotón. Eso sí, a Amets le da tiempo a tener un rifirrafe con un juez que le cuesta una sanción económica. "El primer susto ya se ha salvado", suspira en el coche Eugenio Goikoetxea.
La carrera avanza y la lluvia y el frío castiga a los corredores. Txurruka y sus compañeros acuden al coche en busca de té caliente y cambian sus guantes hundidos, que les congelan las manos. Pero en Elorrio Fraile y Txurruka vuelven a tener problemas mecánicos y pierden de nuevo el pelotón. La película se repite. Tras zigzaguear entre coches, Ferrari y Piedra tienen que bajar para ayudarles, pero la carrera se rompe definitivamente y el pelotón se convierte en un goteo en el que cada corredor sigue como puede su propio ritmo. Goikoetxea deja el segundo coche pendiente de Txurruka y se adelanta, en busca de sus corredores más adelantados. De ahí a la meta solo queda un baño de aficionados y una zancadilla de un juez, que se toma su venganza por el agravio de Txurruka, y retiene el coche cuando es reclamado en el pelotón. Pero Goikoetxea llega a meta satisfecho. Se ha consumido una etapa y Amets sigue con sus opciones de ganar los maillots de la montaña y de las metas volantes intactas.