iruñea. Chris Froome, el keniano pálido y rubio que subía los puertos del Tour silbando y con un ojo en el cogote para no descolgar a su líder Wiggins, ha llegado ciego a la Vuelta. No sabe nada del recorrido. Solo que hay mucha montaña. O, al menos, muchos finales en alto. Diez en total, le dicen. Explosivos. "Me gusta", aprueba. De momento, le vale con eso para motivar a sus piernas agotadas del Tour y los Juegos. Para los detalles, las curvas, los porcentajes, las emboscadas y todo lo demás, tiene a Xabi Zandio. El único vasco en el mejor equipo del mundo, el Sky, es el lazarillo de Froome en la Vuelta, sus ojos. "Zandio me cuenta". Y Zandio, que está cerquita y lo escucha, sonríe como sonríe siempre ahora que, como nunca antes, la Vuelta sale de casa. Una crono por equipos abre hoy la carrera española y lo hace sobre las huellas frescas del encierro, la emblemática calle Estafeta y las demás, para acabar sobre la arena de la plaza de toros de Iruñea. Hasta allí podría llevar Zandio a sus compañeros del Sky con los ojos vendados. Conoce bien ese laberinto de piedra. Ya se lo ha explicado a los demás. "Es peligroso y habrá que ir con cuidado". Le tocó correr algún encierro cuando era un chaval, antes de que la bicicleta se lo prohibiera, y ahora son sus dos hermanos los que mantienen la tradición. "Yo, ni siquiera cuando deje la bici, ya no me meto ahí". Hoy hace una excepción. "Pero correré detrás de ocho toros, pero vaya toros", bromea. Y como los toros, los ingleses persiguen un trapo. Rojo. Claro. En eso piensa Froome, segundo en el Tour y segundo en la Vuelta 2011 y, al fin, líder ahora que Wiggins disfruta en Mallorca de su año glorioso. "Pero es mejor ir día a día". Se lo irá contando Zandio.

Los ingleses supieron del encierro, antes que por Zandio, porque se lo contó Hemingway en sus crónicas y novelas festivas, y ahora cada vez que se les nombra Pamplona dicen inmediatamente bulls (toros), se ponen cuernos con los dedos en la cabeza y bufan. A Contador se lo cuentan casi cada año sus amigos de Pinto, pero nunca ha estado en San Fermín y solo recuerda de Iruñea, donde se escenificó la derrota de Indurain en el Tour de 1996 ante Riis, el jefe ahora del madrileño, una vez que un colega le sacó de pinchos por la parte vieja. En Iruñea, Contador sale hoy del encierro de varios meses al que le condenó el TAS, la UCI, la AMA o quien fuera por el asunto del solomillo de Irun -lleva siete días de competición, las siete etapas del Eneco Tour a principios de agosto- y lo hace como si se presentase a un examen de septiembre. Tiene un montón de preguntas que responder.

Marcado Algunas tienen que ver con lo pasado, la sanción. ¿Le ha llenado de rabia? ¿Correrá con ella? ¿Será lo que le impulse a destrozar la Vuelta en cada cuesta? "No, no, nada de rabia", responde el Contador serio y tenso de siempre, la mirada negra e inquieta; "lo que estoy es con muchas ganas de correr, muy motivado. Pero no puedo negar que lo que me ha ocurrido estos dos últimos años me ha marcado. Lo tengo ahí metido. Y no puedo olvidarlo porque he sufrido mucho". Cuentan que hubo días que, desmotivado, sin objetivos, le costó ponerse el culote para salir a entrenar. Le tuvieron que abrigar los amigos. "Salían conmigo a la carretera". Le empujaron. Era el pelotón de Contador en el exilio.

Al parecer, funcionó. El madrileño dice que se ha preparado bien, pero sin apenas competir, siete días de dorsal en los últimos seis meses, las dudas pueblan su cabeza. "No tengo la seguridad de otros años, eso es cierto, porque no he medido mi nivel con nadie. No sé dónde estoy".

Tampoco lo saben sus rivales, pero se lo imaginan. Froome, que nunca ha corrido contra Contador desde que explotara en la Vuelta del año pasado, dice que espera a un Contador excepcional, fuerte como antes, agresivo en la montaña. Antón alaba su poder mental, dice que será capaz de procesar la rabia para convertirla en gasolina para su privilegiado motor y que, de esa manera, será el Contador de siempre, tan bueno como aquel que arrasó en el Giro de 2011, o parecido. Como al madrileño, la Vuelta también pasa revista a Froome y Antón.

Al keniano la Vuelta le propone una única y gran cuestión. "¿Eres capaz de ser líder?". Desde que irrumpiera hace un año, Froome siempre ha corrido a la sombra de Wiggins. Al servicio de su majestad hasta que reventó en el Angliru, fue segundo tras Cobo en la pasada Vuelta y, también como gregario de su alteza británica, se subió a ese escalón en el pasado Tour. En Francia, de todas maneras, sembró una duda sin respuesta. Fue el mejor escalador y, al menos un par de veces tuvo que levantar el pie para no desfondar a Wiggins. ¿Habría ganado si no hubiese frenado? "No le doy vueltas al pasado, no sirve de nada", dice. Lo que sí sabe ahora es que tiene piernas para ganar el Tour. Para eso necesita convencer a los patrones del Sky para que le den los galones del equipo el próximo julio. "Tendremos que hablarlo". La Vuelta es su primer examen como líder.

A Froome le ampara su talento en la montaña y le envuelve la duda de si podrá resistir las tres semanas tras las palizas del Tour y los Juegos. Todo lo contrario, frescura y hambre de bicicleta, se le supone a Igor Antón, que lleva todo el año pensando en la carrera que más le ha dado (cuatro etapas desde 2006) y que ha preparado con precisión. "Estoy bien pero me queda subir un punto más que espero lograr durante la carrera", dice el vizcaino, que solo ha acabado una vez entre los diez mejores de la Vuelta (octavo en 2007). "Ahora quiero hacer una buena general". Asignatura pendiente.

La de Intxausti, que dicen sentirse mejor que antes del Giro, es ganar, al fin, una etapa en una grande tras ser segundo en la Vuelta y la ronda italiana. A por eso sale el zornotzarra a la sombra de Cobo, el actual campeón que tras el Tour tuvo que estar más de una semana parado por unos problemas bucales que no terminaron hasta que le sacaron la muela del juicio, y Valverde, su explosividad, aspirante a triunfos parciales pero lleno de incertidumbre de cara a la general porque carga en las piernas con 60 días de competición y busca un tercer pico de forma. Demasiados.

Son 53 más que Contador, que llega fresco. "Pero esa frescura es relativa", matiza el madrileño. "Yo no he corrido, pero a veces es más duro el castigo entrenando que compitiendo. He estado seis meses sacrificándome, trabajando duro, y eso también se nota en las piernas. Aunque, también es cierto, de cabeza estoy más descansado que ellos". Contador espera, por tanto, que su forma crezca según pasan los días y se cargan las piernas mientras los demás se van agotando poco a poco. Ganar es la mejor respuesta que Contador puede ofrecer a los que dudan de su pasado. "Ahí no me meto, cada uno que piense lo que quiera, pero mi mejor aval de limpieza es mi carrera". La mejor respuesta, también, para empezar a recuperar el reino ciclista que fue suyo y que, seis meses después, pertenece a los ingleses, Wiggins, Froome y el Sky, el equipo al que guía Zandio hoy por Estafeta hasta la plaza de toros de Iruñea.