La biomecánica, básicamente, se intenta hacer entender con un montón de preguntas: ¿Quién no sabe andar en bicicleta? ¿Y quién sabe hacerlo bien? ¿Sabemos dar pedales de manera correcta? ¿Y sentarnos en el sillín? ¿Y apoyarnos en el manillar? Hay una respuesta universal: "Déjame que yo ya sé". Así que cuando la rodilla protesta y cruje, la solución pasa por subir un poco el sillín. Y si el problema persiste, pues lo contrario. Se baja y punto. La postura tampoco tiene secretos: "Voy como Armstrong y ya está". O como Contador. O como Samuel o los Schleck. La imitación es un sistema tan viejo como el mundo. Y tan peligroso como hacer las cosas sin saber.

Lo advierte Jon Iriberri, que aparte de ser el biomecánico y preparador del Movistar, tiene su propio centro en la Kirol Etxea de Miribilla. Se llama Custom4.us, se inauguró el pasado mes de agosto y es el centro biomecánico privado de referencia en el Estado por medios, estudios, volumen de trabajo y diversidad de biomecánica aplicada al ejercicio físico. En el centro bilbaino se hacen desde zapatos de vestir a medida hasta zapatillas o bicicletas de encaje y estudios de análisis de movimientos. Iriberri lo denomina "biomecánica arcoíris".

De todos los deportes, el ciclismo es el que genera mayor volumen de trabajo y negocio, aunque resulta insignificante en comparación con su potencial. Iriberri y su grupo atienden mensualmente a cerca de un centenar de cicloturistas, casi la mitad, en Bilbao. El universo pedalístico es mucho más extenso y representa la gran paradoja ciclista, pues mientras el deporte profesional atraviesa una de las crisis más graves de los últimos tiempos -carreras en suspense, menos equipos, un descenso radical de chavales en la base...- el hábito de la bicicleta se extiende a la velocidad de la luz. El fenómeno es tan masivo que se calcula que cada domingo salen a la carretera en el Estado en torno a dos millones y medio de cicloturistas. Lo alarmante para Iriberri es que también se estima que el 80% va mal colocado en la bicicleta y la mitad arrastra algún tipo de dolor provocado por esa postura incorrecta.

"La gente se hace verdaderas averías", dice Iriberri, que reconoce que la totalidad de los cicloturistas que pasan por su centro lo hacen o doloridos o escarmentados por una experiencia negativa anterior. "Con carácter preventivo no viene nadie. El que menos, llega con algún tipo de dolor. Es algo cultural o social muy extendido en Euskadi. Pensamos que primero está el dolor y luego la solución y no que la solución previa puede evitarnos mucho dolor".

Por eso, Iriberri rescata algunas de las premisas que los cicloturistas deben tener en cuenta antes de empezar a andar en bicicleta y describe los problemas físicos que puede acarrear su menosprecio.

La bicicleta El punto de partida del cicloturista suele ser tan equivocado que invierte un fundamento tan evidente, sencillo y obvio como que es la bicicleta la que tiene que adaptarse a su cuerpo y no al revés. "La capacidad de adaptación del cuerpo a posturas concretas es mínima. Armstrong es un buen ejemplo de ello. Si comparas su postura sobre la bicicleta de sus primeros años con la de sus últimos se ve claramente que apenas había variado. Cada organismo está hecho de una manera tan concreta que los cánones tienen poca validez". Por eso, cree Iriberri que la primera ley biomecánica aplicada al ciclismo tiene que ver con la compra misma de la bicicleta. Dice que no puede ser un ejercicio impulsivo, ni que el gusto deba ser la primera premisa porque lo esencial es definir las condiciones físicas de la persona, cómo es su cuerpo más allá de algo tan básico como la talla, y buscar una bicicleta que se adapte a ese modelo.

"Antes de comprarse una bicicleta hay que responder a unas cuantas preguntas del tipo ¿para qué quieres la bicicleta? ¿cuántos kilómetros tienes pensado hacer? ¿con qué grupo quieres ir? ¿cuáles son tus objetivos y cuánto pretendes tardar en conseguirlos? Ese es el diálogo que tiene que darse y no puede ser sustituido por la ley de me compro lo que me gusta sin saber si me conviene", explica el biomecánico.

Las consecuencias de una mala elección hacen que el bautismo ciclista pueda ser traumático. En otros casos ocurre que la gente adivina con la primera bicicleta y falla con la segunda aún gastándose tres veces más dinero. "¿Cómo puede ser eso? Sucede cuando durante la compra se guía uno más por las emociones que por la razón".

Hace dos décadas que Ibilki, una tienda del Casco Viejo de Bilbao especializada en el running, introdujo una manera diferente de vender zapatillas para correr. Mediante tecnología francesa fue pionero en ofrecer una venta tecnificada de su producto. El calzado se adaptaba al pie de cada cliente. Esa fórmula la adoptaron la mayoría de los comercios especializados y es la que ahora inspira a Iriberri para poner en marcha un curso de personal bike shop assistant, "que lo que pretende es capacitar a la gente para vender la bicicleta que más se adecua a las condiciones del comprador".

Los pies Una de las grandes revoluciones de la historia de la bicicleta, el pedal automático, es para Iriberri un "gran generador de problemas". "Ocurre lo que no ocurría con el rastral porque el grado de movimiento es tan estrecho que cualquier error resulta fatal", explica Jon, que rescata casos de cicloturistas que pedalean con un pie automático y otro libre y una zapatilla normal porque la rodilla no puede soportar una postura fija.

"El progreso", dice Iriberri, "ha traído nuevas patologías. La suela de carbono, por ejemplo, es tan rígida que hay pies que no la soportan y sufren metatarsalgias, algo que antiguamente apenas existía en el ciclismo". La compra de las zapatillas, reflexiona, es tan compulsiva como la de las bicicletas y se rige, de nuevo, por el patrón erróneo de la estética. La mayoría de las patologías como la metatarsalgia o los problemas de bascularización en el pie que hacen que este se duerma o se enfríe en extremo las provoca una elección equivocada de zapatillas.

¿Cuál es el problema? "Los referentes", responde Iriberri, que vuelve a centrar el debate en la imagen estereotipada del ciclista. "No queremos unas zapatillas, sino las zapatillas de alguien concreto. Las de Valverde, las de Contador, Samuel, Intxausti, Antón o el que sea... El ciclismo profesional vive de establecer estereotipos que sirven para vender productos. Es como una gran pasarela, y los ciclistas, los modelos. Lo que ocurre muchas veces es que esa zapatilla que queremos y nos compramos no se adapta a nuestro pie y nos genera muchos problemas". Para evitarlos están las zapatillas a medida. Las elabora, por ejemplo, John Luck para Custom4.us después de comprobar que había un nicho inexplorado en el mercado que podía disparar sus ventas pese a tener que rediseñar su modelo de producción de lo masivo a lo específico. "Lo que han creado es una zapatilla de precio contenido pero en la que se contemplan todas las características de cada pie".

el sillín El sillín perfecto existe, lo que sucede es que sus cualidades -indispensable la comodidad- no sirven para nada si el cicloturista no aprende a sentarse sobre él, una educación necesaria. Es la conclusión más importante a la que ha llegado Iriberri tras experimentar con una plantilla para medir presiones y repartos. "Existe el sillín perfecto y, a la vez, un grado importante de imperfección en la manera de sentarse o conocer cuál es el punto de apoyo. No es tanto que el material sea perfecto como que la adaptación sea perfecta. Eso se enseña y evita problemas tan habit uales como las rozaduras lateralizadas o la mala adaptación del sillín que se manifiesta en forma de incomodidad".

El manillar Manos que se duermen, cuellos que se cargan, lumbares que no aguantan... Todas esas enfermedades las provoca el mismo virus: el manillar, la postura. "El gran error es pensar que existen modelos de postura. Ponerte como Fignon en la bicicleta, por ejemplo, no te garantiza que vayas a ir bien, pero así se inició la biomecánica en el ciclismo. Se imitaban patrones. Por ejemplo, antes se ponía como modelo el pedaleo más estético, el más perfecto, y se enseñaba que todos los ciclistas tenían que ir así. Si lo piensas solo cinco minutos llegas a la conclusión de que es ilógico", dice Iriberri, que recuerda el caso extremo de un cicloturista que apenas se podía encorvar y su espalda tenía que mantenerse totalmente recta, con lo que la única solución para que siguiese andando en bicicleta era colocarle el manillar más alto que el sillín. Es el mejor ejemplo de que en ciclismo cada uno tiene sus medidas.