El ciclismo vasco atraviesa la crisis más profunda de su historia reciente

bilbao. "En realidad, solo somos unos imbéciles amantes del ciclismo", dijo ayer Jaime Ugarte, presidente de Organizaciones Ciclistas Euskadi, visiblemente afectado por la situación que atraviesan las dos carreras que organiza, la Vuelta al País Vasco y la Clásica de Donostia, a un palmo de borrarse del calendario internacional de no llegar una inyección económica que les dé aire. La suspensión de la ronda vasca arrastraría a la Clásica donostiarra porque hay contratos como los de ETB o Eurovisión que comprenden las dos pruebas y no se pueden individualizar.

El desplome de las dos pruebas -51 ediciones la vuelta y 31 la clásica- abundaría en la actual situación de crisis que vive el ciclismo vasco. Su reciente historia dibuja un paisaje desolador que comienza con la desaparición en 2010 de la Subida a Urkiola y de la Bira, dos emblemas del deporte de la bicicleta en Bizkaia. Entonces, pocos se alarmaron.

La temporada pasada se salvó sin bajas, pero el inicio de 2012 está resultando devastador. La continua reducción de la aportación del Gobierno vasco a pruebas y clubes ha desembocado en un momento crítico que demuestran las continuas voces de alarma que llegan de aquí y de allá. El único equipo vasco del World Tour, la primera división mundial, no sabe si esta, la de 2012, será su última campaña porque no encuentra la manera de sustentar una estructura que cuesta cerca de siete millones de euros. Otras dos carreras emblemáticas están, al igual que la Vuelta al País Vasco, en riesgo: en Nafarroa, donde su gobierno ha financiado la salida y una etapa de la próxima edición de la Vuelta, el Gran Premio Indurain no sabe aún de dónde sacará cerca de 60.000 euros que anteriormente aportaba el Gobierno navarro; el Gran Premio de Laudio está en un sinvivir porque tampoco logra cuadrar el presupuesto. La prueba de Igorre de ciclocross, con problemas en 2011 por el recorte del Gobierno vasco, ha perdido la Copa del Mundo para este año.