La fatalidad no avisa, aparece. De repente. ¡Zas! La bala trizadora de Blas de Otero. Se dice que siempre se van los mejores. A veces, es cierto. Ayer se fue Xavi Tondo, catalán, 32 años, uno de los buenos, ciclista de corazón. Un corazón infinito que desbordaba una vitalidad contagiosa que le hacía adorable. Un desgraciado accidente mientras sacaba el coche del garaje le arrancó de la vida.

Ocurrió temprano por la mañana en Sierra Nevada, donde estaba concentrado junto a su compañero Beñat Intxausti. Perfilaban su forma de cara al Tour, el primero de ambos. El día en el edificio Alfa, cerca de Pradollano, había amanecido antes para Alejandro Valverde y José Joaquín Rojas, que desayunaron, se vistieron y tiraron para abajo, hacia Granada. Tenían cinco horas de entrenamiento. Dos menos, Xavi y Beñat. Por eso, habían decidido bajar en coche. Se ahorraban el tiempo del descenso y, sobre todo, el del ascenso. Habían quedado en encontrarse a las 10.30. Nunca sucedió.

Mientras Rojas y Valverde pedaleaban, Tondo e Intxausti bajaron al garaje y montaron en el coche, la Renault Space del catalán, que conducía. Lo sacaba marcha atrás, sin darse cuenta de que la puerta del garaje, que se abría de fuera hacia adentro, se había atascado. Escucharon un ruido y se bajaron ambos. La puerta de Xavi se quedó abierta. Y el freno de mano sin echar. Nadie se explica cómo, pero el vehículo cayó hacia atrás y el cuello de Tondo quedó atrapado entre las dos puertas. No está claro si la muerte fue inmediata o porque se desangró. Lo aclarará la autopsia, que se realiza en el día de hoy en Granada a las 9.00 horas.

beñat, descompuesto Intxausti vivió la escena acogotado. En un primer instante reaccionó tratando de meter la primera para apartar el coche. Luego corrió a auxiliar a Tondo. Le tomó el pulso y no se lo encontraba. No sabía bien si porque su corazón ya no latía o porque no era capaz de localizarlo. Le gobernaban los nervios y gritaba despavorido. Un vecino del edificio escuchó la llamada de auxilio y llamó a urgencias. Beñat también telefoneó a Jesús Hoyos, médico del Movistar, con la desesperada idea de recibir un dramático y acelerado cursillo de primeros auxilios. La ambulancia llegó en apenas unos minutos. Tarde, sin embargo. Tondo estaba muerto. Beñat no podía creer lo que estaba pasando. Rojas, hermano del malogrado Mariano, aquel ciclista prometedor de la Once, tampoco. Como bajaba en bicicleta junto a Valverde, el viento no le había dejado oír las llamadas desesperadas del vizcaino. Vio las perdidas cuando se detuvo y telefoneó a Intxausti, que le rogó que subieran porque Xavi estaba muerto. No le creyó, claro. Pensó que era una broma. Una especie de ataque de ansiedad apartó a Beñat del auricular. Otra persona le repitió a Rojas lo que había ocurrido. Está vez lo creyó. Tragó saliva. Junto a Valverde remontó la montaña agarrado a un coche. Llegaron y encontraron a Beñat descompuesto. Rojas no quiso ni asomarse al garaje.

"Si lo hace a propósito no sale. Ha sido un cúmulo de desgracias", lamentó el murciano. "Pasa una vez entre millones de veces", reaccionó Paco Cabello, amigo y preparador de Tondo, que se disponía a coger un avión para salir de viaje y le retuvo la llamada de Intxausti. Subió y arropó al vizcaino del Movistar, que volvió ayer por la noche a casa.

El Giro se estremece Dos semanas después de la muerte de Weylandt, la noticia llegó al Giro distorsionada, muy poco nítida. Ha muerto Tondo. Es lo único que estaba claro. Suficiente para que reinara el desamparo. Contador suspendió su comparecencia pública y envió un comunicado de condolencia a la familia del ciclista. A Pablo Lastras le cogió entrenando. Había salido pronto porque tenía sesión con el osteópata y le sonó el teléfono. Raro. Era José Luis Arrieta, su director en el Movistar. Le dijo que se volviera, que había pasado algo. Luego se lo contó. El hotel del equipo de Unzue era el centro del dolor. Los rostros compungidos, los ojos rojos y vidriosos. Hay quien quiso sonreír al recordarle. Y quien no pudo recordarle por otra cosa que no fueran sus enormes ganas de vivir, su vitalidad. ¿Hay otra manera?

Antón, impactado, habló de un amigo y de un ciclista especial. "El más apasionado que he conocido nunca", dijo Igor. Tondo llevaba el ciclismo muy adentro, en las entrañas. Y era, sobre todo, un hombre feliz que se bebía todo lo bueno de la vida en tragos interminables. En cambio, no hacía aprecio a los reveses, que los tuvo. A toneladas. Le había ocurrido de todo y nada le pudo apartar de su sueño ciclista. Caídas, enfermedades… Mil historias. Fue profesional tardío, con 25 años. Dos temporadas en el Paternina. Luego se le cerraron las puertas. Volvió a la empresa de cereales donde había trabajado durante siete años y siguió corriendo en aficionados. Tenía 27 años pero quería volver a ser profesional. Lo logró. Nada era más grande que su entusiasmo. Deambuló por varios equipos hasta que en 2010 fichó por el Cervélo. Y en 2011 por el Movistar. Le había costado, pero estaba en la cumbre. Hace un par de días habló con Unzue: "¿Dónde has estado todos estos años?", le vino a decir el navarro; "ojalá te hubiese conocido antes". Tondo había dado al Movistar su primera victoria -en enero, en Argentina- y la primera vuelta por etapas -hace semanas, en la Vuelta a Castilla y León, su última carrera-. "Pero no era eso lo más importante", dijo ayer Lastras; "era nuevo en el equipo y en unos pocos meses había aportado muchas más cosas. Tenía una vitalidad positiva increíble".

El Giro guardará hoy un minuto de silencio en su memoria. El Movistar dio libertad a sus ciclistas para que hicieran lo que sintieran. Y estos preguntaron a su corazón. Seguirán. Así habría hablado el corazón ciclista de Xavi.