bilbao. Después de una jornada laboriosa por Andalucía, de costa a costa, de Almuñecar a Adra, de Granada a Almería atravesando la Sierra de la Contraviesa, cuesta arriba por la pared eterna de Polopos que a ratos es carretera y a ratos camino de cabras, lo que hace exclamar a Levi Leipheimer "¡dónde se fue el asfalto!"; después de un día de faena trabajosa, cuesta arriba luego por Albuñal, más desierto, terreno árido para chicos osados, para perlas como Sicard y Duarte, dos campeones del mundo sub"23 que no se resignaron hasta acabar fundidos; después de eso, del pedigrí de Peio Bilbao, gernikarra de 21 años del Orbea que asomó sin fortuna en el tramo final, sonríen dos ciclistas: Jonathan Hivert, que gana la etapa al sprint ante Ventoso y Freire, casi nada, y Markel Irizar.

El oñatiarra, 31 años, un palmarés reducidísimo, una etapa en 2010 del Poitou-Charentes, humilde vuelta francesa, acabó en el grupo principal, 43 almas, y es líder de la Vuelta a Andalucía. Para ello tuvo que soportar la agonía de la montaña, que pasó rezagado pero escoltado y arropado como con manta, con cariño insondable, por Haimar Zubeldia, Rovny y Muravyev. "Ellos me motivaron y me ayudaron luego a volver". Y a ser líder. "Sufrir vale la pena". Algo sabe de eso.

"Quizás ahora pueda ganar la Vuelta, pero es difícil porque pese a que esta -por ayer- era la etapa más dura, tengo poco margen de tiempo y los que vienen por detrás no son cualquiera", dijo Irizar, que lucha desde hoy por la mejor de sus victorias de siempre sobre la carretera. Fuera de ella ya venció a un cáncer testicular del que supo en 2002, temprano en su carrera y a tiempo para atajarlo. Supo sobreponerse. Ahora tiene dos hijos. Y es ciclista. Es un superviviente. Como Armstrong. A ambos les unió la enfermedad. Irizar le deseó por carta su recuperación en 1996 y el americano le devolvió el detalle años después. Luego Markel se hizo profesional con Euskaltel hasta que en 2009 tejano y guipuzcoano se fundieron bajo el mismo maillot, el del RadioShack, equipo que por la noche, después de la cena, obliga a su líderes, los héroes del día, a elevarse sobre la mesa copa en mano y a improvisar un discurso. "No sé por qué se hace pero este equipo es así", dice. Perduran las viejas costumbres del tejano, que está sin estar, que se fue, colgó la bicicleta definitivamente, pero su impronta permanece. "El problema es que yo, cuando empiezo a hablar, no paro". Su discurso es de una vitalidad asombrosa. En casa le llaman Bizi-poz, la alegría de vivir. En el RadioShack, always smiling Irizar, el ciclista de la sonrisa. No se le ha borrado de la cara desde el día húmedo en que le dijeron que tenía cáncer. Ayer, lució más enérgica que nunca en Adra después de un día pico y pala bajo el sol andaluz.

Fue una sorpresa. El liderato y el segundo puesto en la crono del domingo. "No me venía bien, llegué al autobús y creí que lo había hecho fatal". Ni estaba para disputar. "Este año vamos más retrasados en la preparación". Es por deseo del equipo. La carga de trabajo de Markel, un tipo metódico y concienzudo, ha sido menor durante un invierno en el que se ha prodigado en el velódromo de Berriz, a rueda de la moto de Néstor Lejarreta, bajo la mirada de Kepa Zelaia. "Seguimos, yo y Haimar, su método. Tenemos que estar bien para mayo, cuando se corre el Tour de California, que es uno de los grandes objetivos del equipo". Allí se dejará ver Armstrong, "que no está con nosotros pero su deseo y el nuestro es que siga vinculado al RadioShack". Allí le pedirá Markel que le firme la foto que se sacó con él en el Tour Down Under, en la última carrera del tejano. "Cuando esté gordo y trabaje en una fábrica necesitaré una prueba de que algún día yo corrí con Armstrong", dice con humor Irizar, el ciclista de la sonrisa.