bilbao. "Sí, con un filete de carne intoxicada podría bastar para alcanzar esos niveles tan mínimos de clembuterol", dice un experto en medicina deportiva que solicita conservar su condición anónima. "Incluso se han dado casos en los que los afectados han arrojado tasas de hasta 0,1 nanogramos -la detectada en la orina de Alberto Contador es de 0,05-". El ciclista, en un alegato tan firme como su actitud en carrera, la mirada penetrante, sobria, esgrimió ayer como única "defensa y verdad" haber consumido varias piezas de un solomillo que compró en Irun su amigo José Luis López Cerrón la noche antes y la misma mañana en el que los inspectores de la UCI le realizaron el control el segundo día de descanso del pasado Tour, día 21 de julio. Un solomillo contaminado, una realidad no tan descabellada pues el clembuterol, producto prohibido por Sanidad en España, es utilizado por los ganaderos fraudulentos para engordar a los animales aumentando el tamaño de sus músculos. La trampa, habitual en tiempos pretéritos -basta recordar los brotes aparecidos en Euskadi en 1992 por la ingesta de carne contaminada o, el mismo año, los 4.000 kilos de carne de ternera procedentes del matadero de Sabadell que se debieron de retirar después de que resultasen afectadas en todo el estado cerca de 200 personas-, se ha hecho más extraña en la actualidad por los controles alimentarios a los que son sometidos los ganadores.

"Pero esos controles", asegura el experto, "no son comparables en exhaustividad a los que hay en el ciclismo, que son tan perfectos".

El clembuterol, cuentan, es la sustancia que aumentó la capacidad tractora de los bueyes en las idi probak hasta que los controles antidopaje la erradicaron del universo de los herri kirolak. Es el producto que acabó con la carrera de Katrin Krabbe, la alemana campeona del mundo de 100 y 200 metros en 1991. Es un vetusto estimulante y anabolizante, de aquellos años 80 del dopaje casero, previo a la llegada de la EPO y las drogas modernas, tan fácilmente detectable que ni siquiera las cantidades ínfimas pasan desapercibidas para los laboratorios como el de Colonia, que detectó hace poco más de un año los 0,02 nanogramos que retenía en su cuerpo la atleta Josephine Onyia y, en julio, los 0,05 nanogramos de Contador. En ese tiempo, también cayó Li Fuyu, el mejor ciclista profesional de China que corría en el RadioShack de Lance Armstrong. A Fuyu le cayeron dos años de sanción, pese a que, como en el caso de Contador, el experto holandés De Boer se encargó de su defensa alegando una intoxicación alimentaria. Expuso en su recurso los brotes aparecidos en China, un país de escaso control en la materia. No sirvió.

A Contador, además de ese aspecto, también le ampara el hecho de que la cantidad de clembuterol hallada en su organismo sea tan sumamente insignificante "que a nivel fisiológico no genera desigualdad en la competición", zanjan los expertos.