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Taylor Phinney, el hijo del trueno

El primer yanqui que ganó una etapa en el Tour es el padre del campeón del mundo sub"23 de crono

Taylor Phinney, el hijo del truenoFoto: efe

Melbourne. A Taylor Phinney, 20 años, el fenómeno, le puso el sello de la excelencia Neal Henderson, científico deportivo y preparador de ciclistas y triatletas de élite en Boulder, Colorado: "Fisiológicamente fenomenal". Claro, es hijo de Thor, de Davis Phinney, el primer yanquique ganó una etapa en el Tour -en 1984, con el Seven Eleven; repitió en 1985- y el que ostenta el récord histórico estadounidense de victorias, con más de 300. A Phinney le apodaban Thor, el dios del trueno noruego, en el pelotón de los años 80 porque las mangas del maillot del Seven Eleven, su equipo, el de Hampsten y Alcalá, se le cedían al tratar de abarcar los bíceps exagerados de un esprinter, cuentan, temerario, pura fuerza, un bruto. Tenía columnas en lugar de piernas; mazas en vez de brazos. Thor. Taylor, campeón del mundo sub"23 de contrarreloj tras superar por un segundo ayer al australiano Luke Durbridge, es hijo también de Connie Carpenter, oro en la prueba femenina de ruta en Los Ángeles 84 y cuatro veces medallista en los Mundiales, madre coraje, broad-shouldered Connie -Connie de las espaldas anchas-, que vivió la velocidad -además de ciclista fue también una excelente patinadora que con sólo 14 años fue cuarta en los Juegos de Munich, en el 72- como una necesidad. "Yo iba rápido porque mi madre no podía". Su madre, Darcy Carpenter, luchaba contra la esclerosis múltiple mientras criaba a cuatro hijos. "Cuando tus padres sufren alguna enfermedad, eso se te mete dentro y te cambia de manera subliminal".

Algo de eso le ocurre a Taylor Phinney, que es pura fuerza como Thor -entre otras, ha ganado este año la París-Roubaix sub"23 por segunda vez, el prólogo del Tour del Porvenir y ya fue campeón del mundo junior-, y siente la misma necesidad que su madre por correr desde que es consciente de que su padre, el poderoso esprinter, se mueve cada vez con mayor dificultad a consecuencia del Parkinson que le conquista.

Por eso, Taylor no es sólo un tipo hercúleo, pura genética. Nada ha hecho madurar tanto al chico como observar la meteórica decadencia física de su padre, al que se siente agradecido por haberle enseñado la máxima del sufrimiento: "Se trata de no aceptar que vas a perder y de decidir que no vas a darte por vencido".

La aplica, por ejemplo, en días como el de ayer, en situaciones adversas. Lo era su carrera por el arco iris de la crono sub"23 porque el australiano Durbridge le sacaba una bestialidad en el kilómetro seis: 32 segundos. No desistió. "Sabía que tenía que mantener la calma e ir a lo mío". No ceder. En el 15, la renta apenas era de 17 segundos. En el 22, cinco. Y en el 32, meta, le sobraba un segundo para proclamarse campeón del mundo, beneficiado porque Durbridge cubrió los últimos kilómetros bajo la lluvia.

El bronce fue para el alemán Marcel Kittel, mientras que Jesús Herrada, vencedor, entre otras, de la Subida a Gorla, ciclista conquense del Caja Rural navarro, acabó octavo, la mejor clasificación de un ciclista estatal en el Mundial de crono sub"23 desde 1999, cuando Iván Gutiérrez se proclamó campeón del mundo.

En la crono femenina, victoria por aplastamiento de Emma Pooley. La británica sacó 15 segundos a la alemana Judith Arndt y a la neozelandesa Linda Melanie. Jeannie Longo, 51 años, inagotable, eterna, actual campeona de Francia de la especialidad, acabó en una brillante quinta plaza, a 43 segundos del arco iris que lucirá Pooley en 2011.

Cancellara, favorito Esta pasada madrugada, Fabian Cancellara defendía su título y buscaba un cuarto arco iris histórico que le distanciara de Michael Rogers en los 45,8 kilómetros de la crono de Geelong. El suizo era el gran favorito y Tony Martin, Richie Porte, Peter Velits, Svein Tuft, David Millar o Luis León Sánchez, los aspirantes a medalla, los restos que deja Cancellara. El cántabro Iván Gutiérrez partía con menos opciones.