bilbao. Anidan sin duda en las piernas de Alejandro Valverde los mejores 200 metros en cuesta del universo ciclista, una capacidad de propulsión devastadora que le convierte en un ciclista infalible cuando las pancartas de meta se cuelgan de pequeñas pendientes que eliminan a los ciclistas pesados, a los velocistas musculosos que encallan en cuanto la carretera adquiere porcentaje. Ocurre eso en El Puy, la meta que desde 2006 acoge el final del Gran Premio Indurain, un cambio motivado por el deseo de los organizadores de incrementar el espectáculo y que ha transformado de manera indiscutible el desenlace de la prueba navarra, que se disputa mañana a partir de las 12.00 horas y que abre la semana vasca de ciclismo, pues a la carrera estellesa le siguen el lunes la Vuelta al País Vasco y, el próximo domingo, la Klasika Primavera de Amorebieta. Se ajusta el Puy a la excelencia resolutiva de Valverde y, sin embargo, resulta que el murciano no ha sido capaz aún de triunfar en la atalaya que se levanta sobre Lizarra. Fue tercero en 2007, su mejor resultado. Nada más. Tampoco el Caisse d"Epargne, heredero de Reynolds y Banesto, piel francesa y corazón navarro, ha logrado repetir triunfo desde que lo hiciera Paco Mancebo en 1998 y la prueba pasara a denominarse Gran Premio Miguel Indurain. Resulta singular. Así que parte mañana el murciano, secundado por un bloque granítico, para derribar el maleficio pese a la notable oposición que lideran Joaquim Rodríguez, Igor Antón y Beñat Intxausti, los dos referentes de Euskaltel-Euskadi.
La prueba tendrá 179,3 kilómetros y finalizará en El Puy sobre las 16.30 de la tarde después de cubrir un trazado sugerente que incluye las ascensiones al alto de Arradia, alto de Erraul, alto de Guirguillano, alto de Lezaun, un nuevo paso por Erraul y el asalto final a la basílica de El Puy.