bilbao. Era un asunto de brutos el prólogo que abría ayer la París-Niza. Ocho kilómetros para musculosos, no para ciclistas que tienen en una cadencia revolucionada su gran virtud, lucen piernas de alambre y son pesos mosca a los que noquea una brizna de viento. No, por ejemplo, para Contadores de turno, para chicos frágiles. Así lo estipula la regla básica del ciclismo: los prólogos son para mostrencos. Pese a Contador, que hace un año hacía inútil la norma y volaba en el mismo escenario por encima de los 50 kilómetros por hora con esas piernecillas tirantes que arrastran una estructura ósea de gato estilizada por un buzo que perfila el espinazo, las costillas, el omóplato como si cubriera el esqueleto de una clase de anatomía. Pero el madrileño es la excepción. De vez en cuando, se dispara. Da igual el terreno. No ocurrió eso ayer en la explosiva apertura de la París-Niza en la que fue cuarto, con el mismo tiempo que Levi Leipheimer, ciclista enjuto pero hercúleo, amigo de Armstrong y rival de Contador. Fue superado por Jens Voigt, 38 años, molde descomunal, y, sobre todo, Lars Boom, 24 años, el ciclista que aguarda Holanda con impaciencia para llenar el hueco que dejaron vacío Erik Dekker y Michael Boogerd en las clásicas, un chico de talla holandesa, largo y espigado, pero que no para de crecer como ciclista después de ser campeón del mundo de ciclo-cross, ganar una etapa en la Vuelta del pasado año y apuntar ahora a la París-Roubaix, donde sólo se adentran los osados de muslos prominentes. Ciclistas que más que pedalear, cocean.
"Pero ganar es lo de menos. Estoy muy contento con mi rendimiento", dijo el escalador madrileño, mermado por un catarro que superó después de gobernar la Vuelta al Algarve y consciente de que la derrota de ayer, más que provocar una reflexión sobre su adaptación a la nueva cabra de Specialized o su puesta a punto de cara al Tour, pues no precisa la moral del madrileño de más actos de reafirmación, es una auténtica bendición para el Astana, el equipo que no emite señales de duda, ninguna, sobre su fidelidad hacia el doble ganador del Tour pero al que se le cuestiona su fortaleza. "No he podido ganar, pero eso es incluso mejor pensando en el equipo, porque tenemos menos responsabilidad", razonó Contador, defensor a ultranza del entorno que ha tejido a su alrededor con los retales que le dejaron Armstrong y Bruyneel. En soldar ese grupo pensando en el asalto al tercer Tour se afana Contador, cuyo estado de forma no emite debilidad alguna cuando se adentra en un mes prioritario en su primera parte de la temporada. "Sólo ha ocurrido que hoy había ciclistas más fuertes que yo", se justificó. Y más débiles. Todos menos Boom, Voigt y Leipheimer. Entre ellos, Luis León Sánchez, el amigo ante el que claudicó hace siete días en la crono que cerraba la Vuelta al Algarve y que ayer cedió seis segundos con el madrileño, al que espera medirse en la montaña de la París-Niza después de luchar contra el peso durante el invierno y como prueba de fuego para bascular sus posibilidades de enfrentarse a tan tremendo reto como el Tour de Francia. También fue mejor Contador que Kreuziger, al que sacó siete segundos, Samuel Sánchez, notable décimo a 9 segundos del madrileño, o un desdibujado Alejandro Valverde, que se dejó 23 segundos en el prólogo por el que galoparon el incombustible Voigt y el emergente Boom, el tallo holandés que no para de crecer y que defiende hoy el amarillo de líder de la París-Niza en la primera etapa en línea, 201,5 kilómetros entre Saint-Arnoult-en-Yvelines y Contres, una jornada llana en la que luchará por el triunfo, de llegar al sprint, Koldo Fernández de Larrea, el velocista de Euskaltel-Euskadi.
Por su parte, ayer finalizó la Vuelta a Murcia con la victoria al sprint de Theo Bos y el triunfo final en la general del checo Frantisek Rabon, que cimentó su éxito en su demostración en la crono del sábado. Menchov y Wiggins completaron el podio y Armstrong concluyó séptimo.