El frío ha llegado a mi corazón a modo de mala noticia, de desgracia. La muerte de Agustín Sagasti me ha dejado helado, con el alma aterida y el espíritu encogido. He perdido un amigo y no soy capaz de comprenderlo, pero la vida tiene estas cosas incomprensibles y devastadoras y desde aquí quiero unirme al dolor de su familia. El primer abrazo es para ellos, que estarán sufriendo más que nadie. Recuerdo que hace tres semanas salí a andar con Agustín en bicicleta. Lo hicimos a menudo en nuestra época ciclista porque él era de Mungia y yo de Algorta. Aún era el mismo que ganó la primera carrera del Equipo Euskadi, una maravillosa aventura que presencié en televisión porque yo no estaba en carrera. Agustín fue el más listo aquel día de lluvia, nadie pudo con él y llegó a Loiola a punto de desvanecerse.
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