Otra muerte con prólogo
El fallecimiento de Vandenbroucke, tras una vida devorada por las drogas y el dopaje, evoca el adiós de Pantani y Chava Jiménez.
nO soy Dios. Lo plasmó en su autobiografía. La de un ángel caído. Otro más. La vida de Frank Vandenbroucke, construida en tonos oscuros por el dopaje, las drogas y el intento de suicidio, terminó la noche del lunes en Senegal. La vida de VDB, la que empezó a iluminarse en 1993 cuando debutó en el ciclismo profesional y que brilló en 1998 con el éxito en la París-Niza o un año después al conquistar la Lieja-Bastogne-Lieja, concluyó en 34 años de forma repentina. Como finalizó, tras avanzar por similares carreteras, la de Chava Jiménez en 2003 o la de Marco Pantani, apenas tres meses después.
A la espera de los resultados de la autopsia, los primeros análisis médicos señalan que Vandenbroucke falleció a causa de una embolia pulmonar. El ciclista belga, al que muchos aventuraban en sus inicios el sucesor de Eddie Merckx, se encontraba de vacaciones en Senegal con el ciclista de 24 años Fabio Polazzi. Según explicó el propio Polazzi a la televisión belga RTBF, después de cenar en un restaurante, donde compartieron "algunas copas", Vandenbroucke le comentó que tenía una cita con una chica y se marchó, tras afirmar que volvería al día siguiente por la mañana. Al no tener noticias suyas, Polazzi intentó contactar con su amigo en sus dos móviles, sin éxito, hasta que la policía le llamó para comunicarle su muerte y le pidió que reconociera su ropa. La joven, a tenor de la página web de la cadena belga, declaró a la policía, que ha abierto una investigación al respecto, haber presenciado cómo el corredor se desmayaba, después de quejarse porque se sentía mal. Algunos medios, como el flamenco De Morgen, se atrevían a decir en su edición digital que junto a la cama del ciclista se encontraron somníferos, insulina y ansiolíticos.
Es el punto y final de un ciclista pleno de talento que asombró al mundo a finales de los años 90, cuando ganaba clásicas a través de ataques impetuosos que dejaban anclado al resto del pelotón, cuando con 25 años aterrizó en el equipo Cofidis y terminó de enamorar en la Lieja-Bastogne-Lieja, donde avisó en qué repechos iba a atacar, en el Tour de Flandes y en la Vuelta, con dos triunfos de etapa. Fue 1999 también el año en que empezó su desidia y terminó verdaderamente su carrera. Suspendido por el equipo por su relación con el escándalo de dopaje en torno al Doctor Mabuse, fue meses después, ya en 2000, cuando tuvo que ser ingresado por una depresión. Aunque el comienzo del fin se produjo dos años después, cuando la policía encontró EPO, morfina y clembuterol durante un registro en su casa. Vandenbroucke afirmó inicialmente que los medicamentos eran para su perro, pero finalmente admitió su culpabilidad y fue sancionado.
Aquel registro dio inicio a una serie de sucesos dispares y escalonados a lo largo de los años siguientes. Anfetaminas, somníferos, alcohol... En ese mismo 2002 fue sorprendido conduciendo ebrio en Bélgica con una tasa que triplicaba la permitida y dos años después la policía tuvo que intervenir en su casa porque el enfant terrible había disparado al aire con una escopeta de caza mientras discutía con su mujer, Sarah. Las noticias descabelladas, las que consumían a un ciclista supremo, las que contaban las penurias que despedazaban a VDB iban sucediéndose en las portadas de los medios de comunicación. En 2007, intentó suicidarse en Italia con una sobredosis de medicamentos mientras militaba en el Acqua e Sapone-Caffé Mokambo. Aquel fue otro capítulo más antes de relatar en sus memorias los problemas con su divorcio y con las drogas y de compararse con otro genio que murió joven, Marco Pantani, anticipando ahí el desenlace fatal.
El Pirata también sepultó su hiperbólica carrera. Murió en un hotel de Rimini en febrero de 2004. Se sabría después que una sobredosis de cocaína de altísima pureza, según el informe de la autopsia, le había provocado un edema pulmonar y cerebral. Pantani, simplemente, se había dejado llevar. En sus últimos lánguidos días de vida había engordado 30 kilos y luchaba contra una depresión que le desgastaba. Como Vandenbroucke, 1999 fue el momento en el que empezó a deslizarse sin frenos en la carrera de su vida. En junio, en la víspera del final del Giro, donde el escalador de Cesenatico había impuesto su dictadura. Ese día le despojaron de su maglia rosa al detectarle altos niveles de hematocrito en la sangre, lo que sugería un caso de dopaje con EPO. Ese día empezó a matar al corredor magistral que sólo un año antes había logrado un histórico doblete Giro-Tour -un italiano lo repetía 46 años después de Fausto Coppi-.
El ídolo del pueblo transalpino murió solo. Felice Gimondi, viejo amigo de Pantani, lo denunció: "A Marco le han abandonado, le han dejado languidecer. Se han olvidado de que era un hombre frágil, vulnerable. Ha sido el chivo expiatorio, una víctima, un perseguido que, al final, ha pagado por todos".
Dos y meses y poco antes era Chava Jiménez quien fallecía apagando definitivamente su vida, ésa que llevaba agonizando dos años por una depresión que le devoraba. José María se internó en una clínica para superar su crisis y falleció en ella una noche de diciembre por un infarto de miocardio. Las palabras dopaje y drogas también habían estado ligadas siempre al nombre de Chava. Él reconoció su gusto por el alcohol: "En un día, con una buena comida, soy capaz de trincarme seis botellas de vino". Pero nunca habló de una supuesta adicción a la cocaína ni del dopaje.
Pero mientras Pantani y Chava Jiménez estaban envueltos en una espiral depresiva, Vandenbroucke, que desde hacía tres meses estaba sin contrato tras una breve presencia en el equipo belga Cinelli-OPD y que quería buscar un nuevo equipo para 2010, no parecía atravesar ahora ningún capítulo traumático. "Estaba muy contento", dijo al diario Het Nieuwsblad la "desolada" madre deVDB.