Fue la aparición de una dama que le cogió del brazo para dar un paseo por la alameda de las despedidas. No les hablo de Miren Arzalluz, que el lunes entrante aparecerá por las tierras de titanio del Guggenheim para coger el testigo que libera el director del museo Juan Ignacio Vidarte, en la primera línea de fuego sino de la concesión del premio de la Sociedad Bilbaina que preside Juan Ignacio Goiria, el hombre que ha gobernado ese reino del arte durante 32 años, un premio que lleva por nombre la Dama Bilbaina, una figura de bronce, diseñada y creada en 1995 por el escultor José Ramón Gómez Nazabal, inspirada en las damas vestidas con miriñaque que pintó Manuel Losada a caballo entre los siglos XIX y XX y que se creó para entregarla a personalidades o instituciones destacadas en Bilbao y en Bizkaia.
La cita de Vidarte con las autoridades que acudieron a la gala de entrega se produjo, al filo de la una del mediodía, en el bar inglés de la Sociedad Bilbaina, algo propio de la ocasión si se juzga el porte de Juan Ignacio, el premiado. No en vano, allí se saludaron la vicelehendakari, Ibone Bengoetxea; la diputada general de Bizkaia, Elixabete Etxanobe; el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto; el subdelegado del Gobierno, Carlos García Buendía; la diputada foral de Cultura, Leixuri Arrizabalaga, o el concejal de Cultura, Gonzalo Olabarria. Un punto separado le aguardaba el médico de aire humanista Ricardo Franco Vicario, prestopara leerle una laudatio que emocionó a los presentes entre los que se encontraban la compañera de vida de Juan Ignacio, Arrate Ojanguren, Ana y Katalin Vidarte, Iñaki Recalde, Pilar Aresti y el hijo de este, Alfonso Icaza, lo que puede considerarse un núcleo íntimo del hombre que proyectó el Museo Guggenheim al ancho mundo.
La laudatio, les decía, sonó a las mil maravillas. Contó Ricardo que un miércoles, 20 de febrero de 1956, frío y luvioso, vino a este mundo; es decir, a Bilbao, bajo el signo de piscis, Juan Ignacio Vidarte, hijo de un prestigioso abogado con troncalidad genealógica en las Encartaciones y en Cuba, donde su aitite materno emigró .”Con ese apellido”, dijo, “el obstetra que atendió en el parto a su madre, en lugar de felicitarle por el bebé recien nacido le dijo: ¡Zorionak! señora, ha tenido usted una premonición, un niño que se apellida Vidarte, que etimológicamente significa “Camino del arte”.
Fue espolvoreando Ricardo un puñado de curiosidades. Por ejemplo, cómo “a parte de nacer en 1956 el futuro director general del Museo Gugheggeim Bilbao, este año tuvo dos acontecimientos que marcaron nuestras tiernas vidas por aquel entonces: La canción del Cola-Cao y el nacimiento de la televisión en España, un 28 de octubre, en los estudios de Madrid, instalados en el Paseo de la Habana; de tal modo que nuestro galardonado, con siete añitos (1963), pudo ver en blanco y negro el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, magnicidio que él recuerda con horror”.
Escucharon este verbo, además de la gente ya citada, Alberto García Erauzkin, José Luis Sabas, José Ignacio Gorigolzarri. Manu Suárez, Alberto Uribe-Etxebarria, Amagoia y Asier Loroño, Luis Eguiluz, Susana Palomino, Javier Rodríguez, Álvaro Vidergain, Charles Pinto, en nombre de la Escuela de Ingenieros; Javier Nebreda, del Club Cocherito, Ibon Areso, Lorenzo Quevedo, Carlos Gorria Cortazar, María Jesús Cava, Julia Diéguez, Julio Aristín, Juan Mari Sainz de Buruaga, Vicente del Arenal, presidente de la Santa y Real Casa de la Misericordia de Bilbao; Carmen Iztueta, presidenta de la Sociedad Filarmónica de Bilbao, y otra mucha gente que le escucharon a Juan Ignacio los agradecimiento y su sentencia, esa que dice que “a lo largo de los últimos 186 años, la Sociedad Bilbaina ha simbolizado como ninguna otra el espíritu de nuestra villa y los valores con los que siempre la he asociado”.