El Alameda abrió sus puertas por primera vez el 28 de diciembre de 1954 de la mano de Teo Gómez, fundador del bar, y lo suyo no fue una broma pese a la fecha. No en vano, 70 años después sigue en pie, con su triángulo isósceles (aquí, en Bilbao, somos muy geométricos...) igual del sobresaliente que el primer día. Cuenta la leyenda que durante las negociaciones de paz de Aquisgrán su pasión por los juegos de naipes llevaron a John Montagu, conde de Sandwich, a descuidar las comidas. Preocupados por ello, sus criados se las ingeniaron para prepararle alimentos que pudiera comer sin dejar de jugar a las cartas. Así pues, el conde se acostumbró a utilizar dos rebanadas de pan para evitar mancharse los dedos con el fiambre y las carnes frías que le servían para comer, lo que le permitía satisfacer su apetito sin dejar de jugar como un verdadero caballero británico. Aquella vieja historia, que data de 1748, enlaza con esa otra de una lejana tarde de 1955 en la que un tal Felipe Gayo, amigo del propietario del bar Alameda–en Alameda Urquijo 40, para más señas...–, pidió permiso para pasar al otro lado de la barra y preparar unos aperitivos para los amigos. Nacían así las felipadas, uno de los tesoros del sanctasanctorum que ahora celebra setenta años de vida.
¿Cuántos años lleva entablándose la discusión que ayer corría de corro en corro en la calle Alameda Urquijo mientras el cielo de Bilbao, roto de par en par, traía consigo la lluvia, un escenario clásico del botxo. Como el propio bar Alameda? ¿La discusión, dicen? Que cual era mejor, si el sandwich del EME o las propias felipadas. Del primero han corrido ríos de tinta sobre su secreta composición; de las felipadas no hay duda alguna. Si quieren saber el origen del picante (el pan de molde, la lechuga, la mahonesa y una anchoa casi sobrenatural saltan a la vista...), no hay secreto que valga: primero se usó el de una fábrica de Nueva Orleans que ya cerró y hoy el Hot Pepper Sauce Santa María, de origen sueco. ¿La votación? Dejémoslo en el aire.
Hoy lo que vengo a contarles es la fiesta conmemorativa de los 70 años de vida, donde un dibujo del artista gráfico Asier Sanz sirivió de photocall en la calle, donde salían bandejas y bandejas como platillos voladores. A la cita acudieron, entre otros, el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, que acompañado por Amaia Arregi y Juan Ibarretxe, se sumó a los cantos de Indautxuko Abesba-tzak, un coro de calle que dirige o preside, no sé bien qué., Eduardo Gómez, el viejo capitán de General Óptica, allá en la calle Correo. En esa corte de buenas voces que lo mismo invocan a una habanera que a una bilbainada o a canciones, casi himnos, de Xabier Lete, participaban José Luis Batarrita, Sabino Gutiérrez, presidente del Club Cocherito de Bilbao, Piru Azua, Patxo Vergara, Luis Díez,Juan Igeregi, Carlos Martín, Enrique Ceballos, Ander Gorostiaga, Iñaki Odriozola y Jesús Azagra entre otros muchos.
Testigos de todo cuanto les cuento fueron la descendiente de Teo, María Gómez; Paco García, quien se hizo con las riendas del Alameda en 1975, con solo 19 años, y trabajó tras esa barra 44 años; su compañera de vida, María Alunda; el actual regente, Gabrel Mañeru, Isidro Elezgarai, Jon Bilbao, Yolanda Díez, Mariano Gómez, santo patrón del slow food en Bizkaia; Paula Mañeru, hija de Gabriel, Vanesa Pérez, Isabel Asolo, María Loizaga, Ana Gil, José Mari Amantes, María García; Jorge Aio y Olga Zulueta, de BilbaoCentro; Larri con sus vídeos; el célebre psiquiatra de Bilbao José Martín Zurimendi, Joseba Etxebarria, Miguel Ángel González, Begoña Iturriaga, Izaskun Mendizabal, Josune Garay, quien recordaba que Alex de la Iglesia era parroquiano fiel del Alameda puesto que vivía en el portal pegado al Gredos, Mariano Remiro y un buen puñado de amistades del vecindario que amaban y aman ese bocado de perdición.