Qué tiene el mes de octubre que a todas horas goza que goza por los rin- cones...” Pido permiso a Lola Flores para usar, manipulándola, una estrofa de su canción más célebre: La Zarzamora. Sirve la letra para encadenar las dos historias que hoy vengo a contarles: la noche del miércoles en la que se inauguró la Oktoberfest a la bilbaina en el Ein Prosit y la tarde de ayer en la que partió (iba a escribir que zarpó pero la lluvia que amenzaba se quedó solo en un susto...) la Romería hacia la Amatxu de Begoña en su basílica. Fue, como ven, un tiempo de pecados y redenciones.
Realicemos un paseo cronológico. La primera celebración del Oktoberfest, entre el 12 y el 17 de octubre del año 1810, tuvo por motivo los esponsales del príncipe Luis I de Baviera con la princesa Teresa de Sajonia-Hildburghausen. En esta primera ocasión la celebración terminó con una carrera de caballos en honor de los responsables. En 1880, las autoridades de Múnich autorizan la venta de cerveza durante el Oktoberfest; al año siguiente 1881, para acompañar la cerveza se añaden las salchichas würstl. De esta manera se configura poco a poco la identidad de este gran festival de la cerveza alemana. Hoy es una fiesta que se replica en medio mundo cubierta por un haz de sombreros y la sempiterna corona de espuma.
Acaba de hacerlo en Bilbao, en el Ein Prosit, reino de la felicidad y la diversión por mandato de Enrique, Alfredo y Carmen Thate, donde se espichó el primer barril de cerveza de unos cuantos de la mano de dos nombres de leyenda: el entrenador del Athletic, Ernesto Valverde, y el junco de Berriz, Marino Lejarreta. Su antecesor en el cargo, José Antonio Nielfa, La Otxoa daba el visto bueno y el Cowboy amenizó la noche. “Está pecaminoso” susurró una voz femenina en la noche.
Entremos en asuntos más bilbainos, en los soportales de la tradicional Romería hacia la Amatxu de Begoña. Comenzó donde acostumbra, en la explanada del Teatro Arriaga pero antes de sumergirles en la ascensión permítanme que les cuente. Los viejos relatos de la Virgen de Begoña (la Amatxu, a partir de ahora...) recogen una serie de milagros, maravillas y beneficios portentosos que han calado hondo en el sentir de las gentes de Bizkaia. No es, sin embargo, afán de los vizcainos pedirle cada dos por tres ni rogarle por menudencias. Más al contrario, es esta tierra de pocos ruegos contemplativos y más acción, por mucho que la costumbre de peregrinar hasta los pies de la Amatxu se remonta siglos atrás. Así fue hasta aquel 1903, cuando algunas voces tacharon la procesión de “manifestación carlo-alfonsina-reaccionariojesuítica”. ¡La repanocha! El 11 de octubre, los obreros recibieron a la Virgen entre abucheos en El Arenal. Los partidarios gritaban vivas a la Virgen y los detractores cantaban La Marsellesa. En la ascensión quedaron un reguero de heridos y un muerto, Marcos Marañón, jardinero de la Universidad de Deusto. No volvería a peregrinarse por las Calzadas de Mallona hasta muchos años después, hasta finales del siglo XX...
Ayer volvieron a hacerlo. Entre ellos se encontraba el presidente de la Cofradía de Begoña, Javier Diago; el Romero de Honor de este año, Jon Uriarte, a quien no le cantaron La Marsellesa, gracias a Dios; Jon Ander Etxebarria, Juan Ramón Vitores, Begoña Isasi, Ioritz García; el legendario txistulari Mikel Bilbao, Marino Montero, Beatriz Marcos, Tomás Sánchez; quien también fuera Romero de Honor, Boni García; emakundes de la talla de Vicen Sánchez, Tere Nieto, Irene Nieto, Marga Saratxaga. Rosa Ortiz o Lourdes Zabala entre otras; Jon de Miguel, Gontzal Azkoitia, Josu Orue-Etxebarria, Kepa Elejoste, Ana Vitores, Miguel Iñiguez, María Jesús Barrenetxea, Izaskun Bengoetxea, Miren Gartzia, Carmen Gorostiaga, Esteban Goti, María Luisa Urizar y una buena procesión.