Ardían hogueras ayer en las colinas que rodean el botxo. Y por los barrios. Era la noche de San Juan, cargada de un embrujo telúrico. La adoración del sol, la luna, la noche y el fuego con todo el aroma de un sacrificio antiguo.

El boxeo posee un poder similar. Produce unas sensaciones que retrotraen a lo esencial. Dos hombres, o dos mujeres, de peso y condiciones similares, frente a frente, carentes de instrumentos, sin escudos, ni siquiera ropa, que les proteja o esconda. En pie bajo los focos, sin trinchera en la que esconderse. Se miden ante centenares de ojos. El cuadrilátero, festoneado con sus cuatro líneas paralelas de sogas, también arde.

Así sucedió ayer en el legendario pabellón de La Casilla. Una instalación deportiva que nació en 1967 y, por tanto, se acerca a la jubilación. Sin embargo, el vetusto polideportivo recupera vigor cada vez que le montan un ring en las entrañas.

A lo mejor por todo eso, el pabellón bilbaino es el mejor del mundo para disfrutar del noble arte. No porque sea grande, que no lo es. Ni porque cuente con las últimas tecnologías, que tampoco. Ni por cualquiera de esas cualidades que consiguen que un moderno equipamiento gane premios de arquitectura. Sin embargo, el espíritu de La Casilla, esa lámpara circular que ofrece un perfecto cono vertical y la distancia y disposición de las gradas son un lujo. La Casilla es un templo del boxeo democrático. Quienes ocupan las gradas disfrutan de la esgrima de los y las púgiles con la misma nitidez que quienes se sientan en las cotizadas sillas. La grada puede escuchar claramente el retumbar del cuero contra la piel y puede oler la vaselina.

Sobre el tapiz se inmolaron el inglés Calvin Jordan Caruthers, los colombianos Daniel Ibargüen, Mario Ospina y Fran Mendoza, el canario Nano Santana, Gerson Larios y el cántabro Jesús Laso. Entre el público ilustres excampeones como José Ignacio Barruetabeña o Natxo Mendoza, además del boxeador, actor y modelo Jonathan Alonso con la impactante Nerea Mía, el invicto Jon Jahder Obregón, el luchador profesional y jugador de rugby bilbaino Georgi Bazanov o la peleadora profesional Nekane Alda. Ilustres como el guionista Igor Zabala con Ricardo Goñi, o los publicistas José Félix Ugalde y Hugo Barreda. No se perdieron los combates Sandra Llano, Almudena Palacios, Gotzon Garduño o Xabier Denis.

Asistieron a la velada Bouseif Ahmed, Sabino Palacios, Mikel Exposito, Gorka Alba, Yasin Fassal, Adrián Vaquero, Naiara Olaskoaga con Eki y Ohian, Gaizka Begoña, Álvaro Castillo, Alex Subinas, Ángel Núñez, Dorleta Alberdi, Adrián Remírez, Mikel Pryce o Jalil Lanzarat.

El espíritu de Román Carbajo lo seguía todo atentamente, sentado en el lugar que siempre ocupó el banquillo del Caja Bilbao.

Y ardió La Casilla.