EL Club Cocherito de Bilbao es uno de esos lugares en los que a Dominguín se le conoce como Luis Miguel. Y nadie habla de Miguel Bosé.

Ayer, la histórica entidad organizó un coloquio para valorar los carteles de la próxima Aste Nagusia. Puede preguntarse alguien que qué carteles. En un sitio donde a Dominguín se le llama Luis Miguel, solo cabe una respuesta: los de las corridas de toros.

Moderaba Álvaro Suso y opinaban Manuel Martínez Azcárate, de la casa Chopera; Javier Larena, responsable de la nueva sección taurina de la Sociedad Bilbaina; y el anfitrión, Rafael Ferrer, vicepresidente del Cocherito. Los clarines y timbales sonaron pasadas las siete y media de la tarde.

Pero si el paseíllo dialéctico de los maestros anunciados merecía la pena, la plaza es punto y aparte. La sede del Cocherito en la Calle Nueva tiene algo de club social, bastante de santuario torerista y mucho de museo. Se trata de un piso amplio que se asoma al Teatro Arriaga. Una verdadera joya. Lo anuncia una fresco de Latorre, con su picador de hace un siglo flanqueado por dos matadores; los tres vigilan el descansillo de la escalera de acceso.

Dentro, alguna cabeza disecada de astado, muchas menos de las que el prejuicio lleva a imaginar. Trajes de luces de grandes figuras del arte de Cuchares, un magnífico pastel de Losada con la Ribera engalanada para una corrida con San Antón al fondo; un capote del Pasmo de Triana, Juan Belmonte. La montera de Bienvenida. Más pinturas. Una cabeza de joven subalterno retratado al carboncillo por Ignacio Zuloaga. Esculturas. Una biblioteca. Y, claro, también un bar. ¿Dónde se ha visto tertulia sin bar?

Cuenta el fotógrafo Manu de Alba, que el piso, que fuera sede del Athletic Club, fue reformado en 2011. El Cocherito llegó a ella hace décadas tras fundarse en el Boulevard y pasar por la calle Correo.

Entre los últimos tesoros del la asociación se incluye una sorprendente colección de extraordinarias maquetas que reproducen las distintas plazas de toros que han existido en la Villa de Don Diego desde su fundación. Más allá del interés que puedan generar en personas aficionadas a la tauromaquia, las maquetas permiten deducir la propia evolución de Bilbao a lo largo de siete siglos. Suman alrededor de una docena de reproducciones de aproximadamente medio metro de lado. Todas fueron creadas pacientemente por el monje cartujo Jaime Laita, quien las donó al Cocherito.

Al coloquio sobre los carteles de esta Aste Nagusia, que integran siete corridas de toros, una de rejones y una novillada con picadores, asistieron el sastre Javier de Juana, Francisco Urigüen, el alemán bilbaino Gerhard Fiedermann, Rafael Ezcurra, Atilano Manjón Saéz, Teresa Querejazu, Txema Rodríguez o Josune Carranza.

No se perdieron la valoración Maripaz López-Angulo, José Antonio Borge Uranga, Marisa y Paz Mardomingo, Antonio Barandiarán, Luis Eguiluz, Pedro Hernández, Javier Rodríguez, Conchi Guerra, José Luis Elguezabal, Txomin Fernández, José Luis Sádaba o Miren Laucirica. Por supuesto, prestaba mucha atención el secretario del Cocherito, Marcelino Gorbeño.

Manuel Martínez Azcárate, empresario de Vistalegre y miembro él mismo del Cocherito, subrayó que los carteles mantienen a Bilbao “entre las mejores plazas de primera del mundo”. Se congratuló el joven Chopera, de que “se celebren las nueve corridas, no es fácil en los tiempos que corren”. Recalcó “lo complicado que resulta casar ganaderías, matadores y otros factores a la hora de completar carteles equilibrados y de calidad como los que merece esta feria”. Y celebró el regreso de la ganadera bilbaina Dolores Aguirre “tras 20 años”.

Ya solo resta esperar que la arena negra de Vistalegre dicte sentencia.