UÁL es el atractivo de un monologuista, más allá de dar con una voz personal y original que encuentre el altavoz que propague su humor a los cuatro vientos? No es fácil decirlo, pero si uno se fija bien, diría que se trata de una habilidad llamativa: nadar a contracorriente. Su forma de presentarse en público hoy en día obedece a los cánones de la stand-up comedy, un show cargado de reflexiones propias, de tono cómico o irónico, pero expresadas en un lenguaje directo y osado, casi siempre en forma de monólogo. La francesa Amélie Galli, experta en arte,definió el stand up en estos términos aclaratorios: "El stand up se sitúa entre el simple chiste y la batalla en la palestra romana. El protagonista es un héroe desnudo sobre el escenario que se enfrenta a un ejercicio catártico para él y para quienes le observan. El monologuista nos autoriza a reírnos de sus miserias, pero también de las nuestras. Nos permite aceptar el desconsuelo humano y hacer de él una gran fiesta".

Viendo ayer al cómico donostiarra Pablo Ibarburu en La Bombonera del Teatro Campos, donde colgó el cartel de No hay entradas, se diría que Amélie la clavó. Es justo lo que hizo Pablo. Así, Pablo narró la influencia que las palabrotas y la religión tuvieron en su educación, la carrera que realizó antes de dedicarse a la comedia e incluso una historia universitaria ilegal con la que podría acabar en la cárcel si la descubren las autoridades.

En su biografía se recuerda que nació en Donostia en 1989 y que proviene de una familia numerosa. Desde joven supo que lo suyo era hacer reír a los demás y cuando se marchó a Estados Unidos a estudiar probó suerte como monologuista en Nueva York. Tras varios espectáculos en tierras americanas se trasladó a Madrid, donde empezó a hacer algunos papeles en series de televisión.

En 2018 llegó su gran momento al fichar por Movistar+. Primero participó en LocoMundo y después en La resistencia. Esto le abrió la puerta para entrar en el grupo Atresmedia y en 2019 se incorporó a El intermedio, de La Sexta, como colaborador con la sección Enviado especialito. En la temporada 2020 ya se convirtió en un fijo del programa desempeñando un nuevo papel: el de hijo ilegítimo del Gran Wyoming. Imagínenselo.

Semejantes altavoces -o como diría Amélie, tamañas palestras...- tienen el poder de invocar. Es por ello que media hora antes de que comenzase el espectáculo los exteriores del teatro estaban bien poblados. Allí se encontraban Egoitz Cormenzana y Garbiñe Nieto, los primeros en pasar al patio de butacas del teatro; Idoia Villanueva, Iker Gardoki, Oihana Otegui, Belén Dopico, Cristina Ballesteros, Olga Mendizabal, Mariana Andrés, Aintzane Pereda, las hermanas María y Arrate Andia, Nekane Orueta, Karmele Ortuzar, Miguel Hernández, quien bromeaba con un ficticio parentesco con el poeta cabrero; Begoña Iriarte, Idoia Gámiz, Anna Marzal, Saioa O., Eider Blázquez, Iván Duque, Idoia Palacios, Andere Morlas, Joseba Domínguez, Sara Batarrita, Aintzane Cabezas, Alberto Gómez, Ane Pallarés, Maider Gondra, Ander Fernández, Garbiñe Zulueta, Itxaso Bilbao, Ainhoa García, Alazne Martín, Joseba Iturriaga, Gorka de la Hoz, Karlos G. Ruiz, Rubén Álvarez, María Jesús Maiz, David Herrera, Susana Martín, Garikoitz Ugarte, Miriam Aldazabal, June Beltrán, Idoia Rubio, Jon Ander Goikoetxea, Mireia Alonso, Nagore Urrutia, Joana Ruiz y así toda una legión de nombres propios que acudieron, en no pocas de las ocasiones, atraídos por el imán que desprenden las pantallas. El resto del mérito llegó de puertas adentro, donde Pablo desplegó con soltura todas sus artes, que no son pocas, con el uso de las palabras. Hoy volverá a presentarse en el mismo escenario y se intuye que volverá a vivirse la misma afluencia de gente que aspira a la vida alegre que promete Pablo.

El cómico vasco Pablo Ibarburu se estrena en solitario con 'La hora de Pablo Ibarburu', una obra de 'stand-up comedy'

Colgó el cartel de 'No hay entradas' en el Teatro Campos Elíseos, repleto de un público en su inmensa mayoría joven