N su célebre testamento de Heiligenstadt (en realidad se trata de una carta que escribió a dos hermanos suyo en 1802 y que fue encontrada tras su muerte...), el compositor Ludwig Van Beethoven, cuyo nacimiento se conmemoró ayer, 250 años después de que ocurriese, escribía "(...) hace casi seis años he sido golpeado por un mal pernicioso que médicos incapaces han agravado", detallando como se vio obligado a aislarse, a "vivir lejos del mundo, en solitario". Su legendaria sordera contrasta, sin embargo, con el reconocimiento casi unánime como uno de los compositores más importantes de la historia de la música y su legado ha influido de forma decisiva en la evolución posterior de este arte.

Hay un testimonio que lo explica mejor que ningún otro. Viena, 7 de mayo de 1824. Príncipes y nobles, la crema de la aristocracia y la élite cultural vienesa se congregaron en el Teatro Imperial y de la Corte Real de la ciudad para lo que sería un evento extraordinario, el estreno de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven. La expectación no era tan solo porque hacía tiempo que el compositor y director no producía una sinfonía, sino porque no había aparecido sobre el escenario en doce años. Pero ahí estaba el gran maestro, frente a una de las mayores orquestas jamás reunida para un concierto que incluiría algo inédito en este género musical: la voz.

De espaldas al público, Beethoven dirigió a los músicos con pasión desenfrenada. Tan ensimismado estaba que al final de la pieza continuó gesticulando, hasta que una de las solistas se le acercó y le dio la vuelta para que pudiera ver los estruendosos aplausos que no podía escuchar.

Dos siglos y medio más tarde de su nacimiento, el Teatro Arriaga organizó ayer un concierto conmemorativo bautizado con el sobrenombre Zorionak Ludwig, que congregó a nueve grandes voces locales -Marta Ubieta, Itziar de Unda, Olatz Saitua, Ana Otxoa, José Manuel Díaz, Fernando Latorre, Maite Maruri, Josu Cabrero y Mikeldi Atxalandabaso, acompañadas por el piano de Rubén Fernández Aguirre- para recordar la efeméride. Hay que decir que durante el concierto, los artistas interpretarán sus mejores lieder, así como algunos de sus grupales Volkslieder y el Teatro Arriaga vibró como si vistiese sus mejores galas para conmemorar una de las célebres fiestas vienesas.

Entre los melómanos -de Bilbao, de Bizkaia entera y de medio mundo- Beethoven es la contraseña que da paso a la excelencia. Ayer lo pudieron comprobar en el Teatro Arriaga Cecilio Gerrikabeitia, Mari Carmen Martínez, Juan Bilbao, Carmen Iglesias, Mari Carmen Mínguez, Maribel Martínez, Piedad Escobar, Flora Bielin, Alberto Zarate, Jaime Olabarria, quien recordaba su visita a la casa natal de Ludwig, en Bonn; Beñat Muguruza y Maitane Ruiz, quienes aseguraban que era su bautismo con la música clásica en directo; Miren Josune Amestoy, Ángela Gil, María Luisa Suárez, Gabriela Ortuondo, Markel Martín, Joseba Arriaga y un buen número de amantes del genial sordo.

La gente iba llegando al trote, con una lluvia incómoda que les obligaba a apretar el paso. Entre los asistentes se encontraban, además de los ya citados, Nerea Viar, Iñaki Llona, Carlos Marten, Miren Llona, Irune Hurtado, Angeline Danel, Concha Zubieta y su hermana Miren, quien aseguraba ser amiga de viejo de Olatz Saitua, una de las voces cantantes; Esperanza Pardo, Javier Fernández, quien confesó que su acompañante, Paulina Rubio, no guarda parentesco alguno con la célebre artista; Perico Etxebarria, Miguel Escauriaza. Belén Ortuzar, Isabel Bengoetxea. Ane Urrutia, Maite Alonso, Aitziber Barrios y un puñado de gente que se acercó a escuchar algunas de las maravillas que compuso el hombre que dio una nueva vida a la música. Nueva y extraordinaria.

Nueve grandes voces locales conmemoran el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven con un recital en el Teatro Arriaga

El concierto 'Zorionak Ludwig' contó con las 'ilustraciones' musicales del pianista de Barakaldo Rubén Fernández Aguirre