A danza puede revelar todo el misterio que la música concede”, nos dijo Charles Baudelaire con más verdad que un santo. Es capaz de descifrar cualquier melodía transportándole, al que la baila y a quien ve cómo lo hace, a un universo que entra por los ojos. Y así, con el sonido y la vista conectados, el alma se nutre con sustancia. Con mucho alimento, puede decirse en días como el de ayer. No en vano, la bailarina universal Lucía Lacarra y un bailarín y coreógrafo de gran prestigio internacional, Matthew Golding,ofrecieron un espectáculo directo al corazón. Con la emoción del directo por bandera, Lucía mostró el firme propósito de reencontrarse con la danza y con el público. Como partenaire Matthew Golding, como escenario, el del Teatro Arriaga. Un engarce de alta joyería.

La historia comenzó contándose de modo audiovisual, el lenguaje del siglo XXI. Mientras la media luz bañaba la figura del pianista Luis López y este interpretaba Gymnopedie Nº1 de Eric Satie que sonaba como un dulce sirimiri de notas leves, sobre una pantalla de fondo se proyectaban imágenes del exterior del Teatro Arriaga y de los dos bailarines paseando por las calles de Bilbao para el reencuentro. Con la danza que es sangre que les da la vida, con el público, con la vida misma. Las imágenes, en blanco y negro, dejaron las emociones de los asistentes y de los propios artistas a punto de nieve.

Entonces salió Lucía a escena. Se diría que deslizándose como un cisne en el estanque. Y casi al tiempo Matthew. En verdad sonaba ya El cisne una célebre pieza de Camille Saint-Saëns, el primero de los retablos que compusieron como si posasen para un tapiz de Flandes. Digamos que juntos ofrecieron imágenes de una belleza sublime a través de un precioso espectáculo que integraba distintas piezas, conjugando músicas de Tchaikovski o Vivaldi, entre otros, con coreografías de Petipa o Edward Liang. Todo el espectáculo contó con la interpretación musical en directo de Bilbao Sinfonietta. Para relamerse.

No cabía un alfiler entre las 300 butacas ocupables del teatro Arriaga. Entre los asistentes se encontraban Nekane Alonso, que poco antes se había saludado con Xabier Ochandiano a las puertas del teatro (el concejal no podía acudir al espectáculo...), Jone Goirizelaia, Jon Ortuzar, quien elogiaba la programación de regreso del Teatro Arriaga en el año de su 130 aniversario; Javier Irigoyen, Andoni Olivares, Beatriz Garijo, Alexia y Loreto Legido, Esther Malaina, Leire Larrucea, la bailarina Blanca Casado, Andrea Abascal, Nerea López y Nerea Caderot entre otros nombres propios de la asistencia.

Buscaban su asiento numerado a penúltima hora Javier Madariaga y Alicia Bengoetxea y celebraban la llegada de la danza al teatro Begoña Artabe y Begoña Ibarluzea. Allí compartieron sensaciones con Carlos Santamaría, Nuria Astelarra, Teresa Sotomayor, Izaskun Urizar, Cristina Olabarria que se mostró entusiasmada al conocer que el musical Cruz de Navajas que llegará en agosto lo hará con un aforo bastante mayor que los 300 de ahora; María Isabel Requena Isabel Puerta, Alicia Sobrón, Marta Requena, Naia Dorronsoro, Ana Edorta, Leire Dorronsoro y Helena Cornet, sonrientes todos por la categoría del espectáculo que iban a presenciar y por la posibilidad de, poco a poco, ir recuperando la vida que tanto querían antes. “Será despacio”, decía Olga Idigoras, “pero lo bueno es que con paciencia y buen hacer no volveremos atrás”.

La bailarina universal Lucía Lacarra y el bailarín y coreógrafo Matthew Golding, viven el reencuentro con la danza

El Teatro Arriaga escribe, con este espectáculo, una página más de los 130 años de vida que celebra durante esta temporada