EL humor y los números musicales, como casi todo en la vida, se disfrutan mejor en buena compañía. Por eso, ayer DEIA quiso compartir el estreno en el Teatro Arriaga de la comedia musical El jovencito Frankenstein con amigos.

La obra , que permanecerá en cartel hasta el próximo 29 de diciembre, se basa en la película homónima de Mel Brooks, uno de los creadores de la comedia moderna. En ella, el joven doctor Frederick Frankenstein, un neurocirujano norteamericano, trata de escapar del estigma legado por su abuelo, quien creó años atrás una horrible criatura. Pero, cuando hereda el castillo de Frankenstein y descubre un extraño manual científico en el que se explica paso a paso cómo devolverle la vida a un cadáver, comienza a crear su propio monstruo.

Aunque parezca increíble con esta premisa, las situaciones hilarantes se suceden de manera continua. Igor, el peculiar ayudante del doctor, que en la película interpretara el inolvidable Marty Feldman, es el motor de buena parte de las situaciones absurdas. Brooks logró con este largometraje, además de un considerable éxito, generar una relectura cómica de uno de los más conocidos iconos del terror.

El musical que se alimenta con la misma trama llega Bilbao tras alcanzar un gran éxito en Broadway, el West End y Madrid.

Esta adaptación electrizante posee sus propias características teatrales que convierten a la obra en una brillante creación artística. No faltan en el show melodías memorables como The Transylvania Mania o el mítico tema Puttin' On The Ritz.

El musical cuenta en su reparto con importantes intérpretes como Víctor Ullate Roche, en el papel protagonista; Marta Ribera, quien da vida a Elizabeth Benning, la escandalosa prometida del doctor; Jordi Vidal, que es Igor; Anna Herebia, que encarna a Inga, la exuberante asistente de Frederick Frankenstein; Albert Gràcia, como el monstruo; y Teresa Vallicrosa, que es Frau Blücher, la austera ama de llaves amante del abuelo Frankenstein, cuyo solo nombre hace relinchar a los caballos.

A través del musical, la genialidad de Brooks, autor también del libreto, permanece en cartel casi medio siglo después de que fuera concebida. Joven y vigente como el primer día. Si Frankenstein encontró el modo de devolver la vida a los cadáveres, Brooks logro el milagro de que su humor no se marchite ni pierda actualidad.

Todas las personas que acudieron al estreno ayer pudieron comprobarlo. A la entrada del Teatro Arriaga, iluminada por las luces navideñas, recibieron a sus amigos, además de Javier Andrés, director general de Editorial Iparraguirre y Kike Hermosilla, director comercial de DEIA, Josu Molinos, Iñigo Aspiunza, Idoia Gutiérrez, Fran Mendikote, Itziar Leal, Ana Rementería y Carlos Basterretxea.

Desde las siete de la tarde, fueron llegando amigos como Iñaki Latorre, de Motiva Comunicación, en compañía de Blanca Baqué, José María Ordorika y Manu Zuluaga.

Oscar Elorriaga, de Smurfit Kappa, y Marian Gómez comparecieron juntos, lo mismo que María Asís Fernández y el director de Mercabilbao, Aitor Argote. El director general de Bilbao Exhibition Center, Xabier Basañez, acudió con su hijo Unai. Begoña Pérez y Alberto Carbajo lo hicieron también en familia, con Irati y Ander Carbajo.

Jorge Aio, gerente de la Agrupación Empresarial Bilbao Centro tampoco quiso perderse el estreno de El jovencito Frankenstein. Lo mismo que Josune Iratxeta, Eduardo Gallo, Aimar Gómez, Hostaizka Sáinz, María López o Lorea Soldevilla.

El gerente del Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia, Pedro Barreiro, se detuvo bajo el enorme abeto de la Plaza del Arriaga con Ester Landeta y charlaron con Garbiñe Olabarria y Koldo Nieto.

Se contaban entre los invitados Óscar Peñín, de Publinexo, y Pablo Abascal, secretario de la Asociación de Administradores de Fincas de Bizkaia. Lo mismo podemos decir de Izaskun Ibáñez, de Automóviles Galindo, o de Onintza Alcántara, Gabriela Ormazabal, Nacho Vizcaya, Aitor Lasa y Mila García.

También pudimos ver a Carlos Eguiluz junto a Begoña González, así como a Sonia Prieto, Juanjo Alonso, Javier Reino, Iñaki Astigarraga y Ana Juidíaz.

Todos pudieron seguir las evoluciones del patoso Igor sobre el escenario del Teatro Arriaga, transformado en el laboratario de un polvoriento castillo. Y los intentos del jovencito Frankenstein por controlar a su desbocada criatura.

En una de las más recordadas secuencias de la película, el doctor maldice la dura tarea de cavar de noche y a la intemperie. En ese momento, Igor responde: no se queje, podría ser peor, podría llover. Y justo cae un gran tromba de agua.

Ayer, a la salida del Arriaga, tras el estreno del musical, no llovía, pero el vendaval era digno de Transilvania. A pocos les importó. El ventarrón también se lleva mejor en compañía de amigos.