DURANTE buena parte de la tarde, fue sembrándose una plantación de sillas de tijera para hacer lo más cómoda posible la tarde noche de quienes acudieron al desfile conmemorativo del 50 aniversario de la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo, una fiesta singular en la que DEIA aportó un buen hombro, allá entre bambalinas. Sobre los presentes cayó la amenaza de una lluvia pertinaz momentos antes de que arrancase el desfile en la explanada que se abre en la plaza del teatro Arriaga, hasta que la meteorología tuvo piedad a última hora, escampó y el desfile arrancó. Con retraso pero con expectación. Con la lluvia encima, el desfile acabó con el contrapunto de los fuegos artificiales que aplacaron las aguas y despertaron la ilusión de los asisitentes que vivieron con intensidad una pasarela vestida de buenas piezas que se desperezó con unas modelos vestidas con tutú y llamativas chaquetas.

Con Eider Txarroalde, presidenta de la Asociación, como dama de hierro de la noche, la cita se convirtió en un cuento de hadas donde se comprobó que el comercio es una hermosa aventura. ¿Acaso no es bien sabido que los primeros comerciantes debían ser aventureros, como lo enseña la historia verídica de Marco Polo, o la fantástica de Simbad, el Marino? Sonaron los tambores y a la cita acudieron, entre otros, la viceconsejera de Turismo y Comercio del Gobierno vasco. Isabel Muela, Gaizkane Florín, Luis Arbiol, Gotzone Sagardui, Susana Alagüero, Xabier Ochandino, Ibone Bengoetxea, Oihane Agirregoitia; el presidente de Cecobi, Pedro Campo; el mandamás de Bilbao Dendak, Rafael Gardeazabal; el presidente de Bilbao Centro, Adolfo Lorente; Cristina Motta, Julián Ruiz, Susana Godoy, Juan Ayastuy, Carmen Muñoz, Jone Goirizelaia, Itizar Urtasun, Gabriel Rodrigo, Silvia Díaz, Jon Bilbao, Carlos García; el técnico de fiestas, Joseba Rosales, Jon Andoni Zarate, Julia Diéguez, Begoña Viadero, Rubén Gorospe, Xabier Olmo. la actriz Loly Astoreka y un buen número de hombres y mujeres interesados por la moda que puso a la vista a la luz de las pasarelas la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo.

Todo era un ir y venir de gente cercana al Casco Viejo. Lo mismo acudía la directora del Museo Vasco, Sorkunde Aiarza, que José Antonio Nielfa, La Otxoa, pasando por Beatriz Marcos, Jesús Castroviejo, Araceli Álava, Xabier Olmo, antiguo presidente de la Asociación y embajador de Olañeta, Arantza Matias, Lorena López, Iker Goñi, Yolanda García, Javier López y Cristina Merino entre varios de los y las asistentes que vivieron la tardenoche con intensidad.

Nadie de los presentes oyó a Napoleón Bonaparte cuando dijo aquello de que “el comercio une a los hombres; todo aquello que los une los coliga. El comercio es esencialmente perjudicial para la autoridad”. ¿Perjudicial? No sé si llega a tanto, pero sí es verdad que es un paso más hacia la hermandad de los seres humanos. Ayer vivieron bajo ese espíritu Remi Ferreira, Fran Rueda, Eder Aurre, el diseñador de moda Javier Barroeta, Amaia Martínez de Santos, Ignacio de Diego, Pilar Serantes, Javier Garcinuño, Eunate Florín, Miren García, Javier López, Álvaro Pérez y toda una corte de hombres y mujeres que no quisieron perderse un solo paso del desfile trepidante.

Digamos que vencido el miedo al agua la gala fue presentada por Itxaso Quintana y Unai Izquierdo. Tras un breve vídeo para repasar las cinco décadas de la asociación y la actuación de la compañía de ballet Teresa Ardanaz, la gente fue sumándose a la fiesta. En ella tomaron parte Anakoz Merikaetxebarria, Manolo Romero, Gaizkane Deye, Javier Alonso, Mikel Gallastegi, María Jesús Hernández, Gloria Prieto, Izaskun Mendizabal, María Ángeles Orbegozo, María Jesús Campos, Elena Ugarte, Miren Madariaga, Jorge lonso, Idoia Puertas, Begoña García, Ane Zulueta, Aitor González y un buen número de asistentes que conocen bien el secreto, esa idea que dice que en la fabrica se hacen los cosméticos y en la tienda se vende la esperanza. En ese propósito sigue ahondando la Asociación de Comerciantes del Casco Viejo, en hacer de la esperanza algo tangible y asequible para los hombres y mujeres que seguirán bajando, los próximos cincuenta años si el mercado quiere, con la idea de encontrar en las Siete Calles y sus alrededores ese sueño al que habían echado el ojo tiempo atrás.