Cada minuto en parada cardiorrespiratoria disminuye un 10% la probabilidad de sobrevivir. A partir del “cuarto o quinto minuto que el cerebro no recibe oxígeno se empiezan a morir células y eso ya es irreversible”, explica Pilar Corraleño, enfermera jatabetarra que trabaja desde hace 36 años en Osakidetza, los últimos dieciséis a bordo de una UVI móvil. Desgraciadamente, no son casos aislados puesto que cada año en Euskadi se producen alrededor de “1.000 paradas cardiorrespiratorias” fuera de los centros hospitalarios en las que “una gran mayoría no sobrevive”. La cifra en el Estado español alcanza entre las 20.000 y 30.000 al año o lo que es lo mismo una cada 20 minutos. El tiempo respuesta y la primera asistencia juega un papel decisivo. “Para cuando llegas al lugar, la gente muchas veces no ha hecho nada”, resume al tiempo que hace una reflexión. “Nos preocupamos de cuidar y mantener ciertos objetos cotidianos pero, en cambio, no de tener una formación básica que puede salvar vidas”.

Por eso hace hincapié en la necesidad de proporcionar unos conocimientos elementales a la población para que sepa actuar hasta la llegada de los profesionales sanitarios. “Parece que nunca nos va a pasar, pero pasa, y cuando se produce una parada, si el que está al lado no hace nada, la persona se muere. Nos va la vida en ello”, relata.

Así pues, tras pasar la mitad de su trayectoria en el servicio de reanimación del hospital de Cruces, en 2005 pasó a desempeñar su labor en emergencias recorriendo el Territorio Histórico a bordo de una ambulancia de soporte vital avanzado. Estar en primera línea le abrió todavía más los ojos. “Cuando pasé del hospital a la calle, me di cuenta de la falta de preparación que había entre la ciudadanía”, recuerda. En concreto, en situaciones como paradas cardiorrespiratorias o atragantamientos, donde la celeridad a la hora de actuar es vital, la preparación es clave.

Por eso desde hace una década imparte talleres de formación básica a la gente. “Son cursos de cuatro horas divididos en técnicas para adultos, niños y lactantes”, detalla. Además, en Maruri-Jatabe ha desarrollado talleres para niños. “La mejor edad es entre los 8 y 9 años, lo asimilan todo muy bien”, señala. Por este motivo opina que deberían realizarse “en los colegios”. Así, por ejemplo, su instrucción le ha servido a algunas personas en situaciones reales. “Un hombre intervino en un atragantamiento en un txoko, otro en un partido de fútbol y un ertzaina tuvo que hacer una RCP”, detalla. Una técnica que “puede llegar a aumentar un 40% la esperanza de sobrevivir a una parada”, destaca.

Más desfibriladores

Sin embargo, solo con la RCP no se salva a una persona. “Hace falta emplear además un desfibrilador. En una situación de emergencia, lo primero es llamar al 94 410 00 00, que es un teléfono más directo que el 112, donde se activa la cadena de supervivencia y ofrecen instrucciones si hay que hacer una reanimación”, apunta.

En cuanto a la RCP, sostiene que se trata de “una técnica sencilla” si se sabe hacer. “Se trata de bombear el corazón con las dos manos, en una determinada posición, una encima de la otra, y a un ritmo constante, sin parar”. En cuanto a los desfibriladores, deben estar ubicados “en espacios públicos reconocidos por la ciudadanía”, afirma. No obstante considera que “faltan” dispositivos de este tipo en la calle, que cuando “se retiran de su lugar avisan de inmediato al servicio de emergencias”. “En caso de tener que usarlo, hay que colocarlo en una determinada posición y seguir las instrucciones que marca”, prosigue. Por último, “no hay que tener miedo a actuar” en una situación de emergencia “porque el beneficio es mayor que un posible perjuicio”, añade. Claro está que para hacerlo con total garantía, es conveniente disponer de una formación que puede salvar una vida.