Si uno entra en la sala de exposiciones Josu Murueta creerá ver, por un momento, pinturas colgadas de sus blancas paredes. Pero si uno se aproxima más a esos cuadros, verá que son puntadas milimétricas de hilo, que son el fruto de agujas que producen arte, que son el bordado más realista. Son las manos prodigiosas de María Teresa García las que configuran esas creaciones de punto de cruz que asombrarán a todo aquel que las contemple. Esta muestra permanecerá en el centro cultural de Astrabudua hasta el domingo.“La tradición de hacer ganchillo y punto de cruz es algo que no se debería perder nunca”, considera esta maestra de la costura. Los cuadros más llamativos, por su tamaño, son los que enmarcan al Puente Colgante o La última cena. Pero todos están plagados de detalles que conquistan miradas; los hay del Athletic, taurinos, de animales, campestres, de paisajes, de flores, de Cristo... “Y se me quemaron otros tantos en casa... Tenía hecha la Puerta de Alcalá, el acueducto de Segovia, el Sagrado Corazón de cuerpo entero, el Palacio de Cristal de Madrid... Este estuvo en el escaparate de una tienda, iba para una semana y se quedó casi un mes. Y la gente que había visto el Palacio de Cristal, me decía que me había quedado tal cual. Con los años, lo he conocido yo y es cierto que quedó muy bien. Pienso volver a hacerlo”, confiesa María Teresa. Y es que su hogar sufrió las crueles consecuencias del fuego. “También se quemaron tres mantelerías a punto de cruz? De 3 metros cada una por 1,5 y 12 servilletas cada juego. Un disgusto”, recuerda esta salmantina que lleva más de 45 años en Erandio.

Sus creaciones siguen decorando las paredes de la que es su nueva casa, desnudas estos días porque los cuadros se exhiben a Astrabudua. Y también están a la venta. Además de los cuadros a punto de cruz, también hay piezas de ganchillo, como posavasos, bolsas para el pan, servilletas... “Yo me lío más con el ganchillo que con el punto de cruz, ¿eh?”, asegura. En cualquiera de los dos casos, María Teresa es precisa y perseverante. Puede estar unas seis horas al día dando puntadas a lo largo de tres meses para dar vida a una obra que es arte. “Por ejemplo, La última cena, que es de las grandes, la hice cuando vivía en Arriagas; estuve allí diez años y trabajaba como cartera. Tardé tres meses y medio metiendo seis o siete horas diarias. Llegaba a casa, comía, me tumbaba un rato porque desde las siete de la mañana hasta las tres y cuarto de la tarde tirando de un carro de 25 kilos... Llegaba cansada. Pero, luego toda la tarde me ponía a ello”, admite esta vecina de Erandio, apasionada haciendo este tipo de cruces, una tarea que siente como “muy relajante”. Ella la descubrió cuando era pequeña. “Me encontré hace poco con la profesora que me enseñó y me dijo que de todas las que aprendimos entonces, yo soy la única que sigue. Siendo niña aprendí y con los años, estuve un tiempo sin hacer, al casarme, tener los hijos? Pero luego ya los niños empezaron a estudiar y cuando tenía las labores de casa hechas, me aburría. ¿Y qué puedo hacer?, pensé. Pues empecé con el punto de cruz otra vez”, comenta.

Así que la colección de María Teresa es muy extensa, pese a que desgraciadamente muchas piezas se quemaron. De hecho, esta no es la primera vez que muestra su trabajo al municipio. “Habré hecho unas diez o doce exposiciones, pero siempre gusta mucho. Estoy muy contenta”, destaca la que maneja los hilos, en el mejor de los sentidos.