Mediante un sencillo pero emotivo homenaje, Busturia cerró ayer una herida que mantenía abierta desde hace largo tiempo y colocó un Stolperstein, cuando era prisionero en Hradischko (hoy en día República Checa), un campo de concentración del Tercer Reich, tras ser deportado desde Francia, dónde se exilió tras luchar como gudari en la Guerra Civil. Este adoquín que recuerda a las víctimas del nazismo, y que se suele instalar allí donde vivieron esas víctimas, se trata del “primero de este tipo en Euskadi”, según señaló el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos del Gobierno vasco, Gogora. Fueron los propios descendientes de Lekuona, con ayuda de otros familiares de quienes fueron deportados y asesinados en el campo de Hradischko, quienes colocaron el cubo de cemento que, en la parte superior, llevan incrustados en una placa de latón los datos grabados del busturitarra.La historia de Lekuona, en todo caso, es también la de una familia que pese a las largas décadas transcurridas, ha luchado con ahínco por recuperar su memoria. En su caso concreto, ha sido su sobrino Ángel Gandarias quien ha logrado traer hasta la actualidad los terribles sucesos que rodearon a su tío. En primer lugar, gracias a una carta que Gregorio Uranga -compañero de cautiverio de Ángel- hizo llegar a la familia y que la madre de Lekuona guardó. Y en segundo lugar, gracias al entonces responsable del crematorio de Praga, Frantisek Suchý, que ante la orden de los nazis de incinerar los cadáveres y deshacerse de sus restos, “decidió desobedecer, recopiló de forma individual las cenizas de cada cuerpo en una urna diferenciada y, junto a su hijo, anotó el nombre del fallecido en un listado y escondió los recipientes en el cementerio”. Esa documentación de Suchý ha permitido, a día de hoy, que las familias “hayan podido conocer que sus allegados fueron incinerados en ese lugar, y encontrar también, sus cenizas”, que reposan en el memorial del cementerio checo. De hecho, durante el acto se emitió un vídeo de ocho minutos realizado por la productora Filmak, por encargo de Gogora. “En él se relata la durísima historia de vida de Ángel Lekuona y los esfuerzos de la familia, del mencionado grupo de trabajo y del centro memorial del cementerio de Strasnice, de Praga, para recuperar la memoria de Lekuona”. Fue allí, en la República Checa, donde recibió un primer homenaje. Ahora, su pueblo también le rinde tributo.

Aintzane Ezenarro, directora de Gogora, y el alcalde de Busturia, Aitor Aretxaga, recordaron durante sus discursos la figura de Lekuona. Rescatar la memoria democrática es “recordar el sufrimiento injustamente padecido por tantas y tantas personas”, pero supone, sobre todo, “recordar el esfuerzo por construir y defender, aún en las peores circunstancias, una convivencia democrática y una sociedad basada en la defensa de los derechos humanos, la paz y la libertad”, aseguró Ezenarro. Y Aretxaga, por su parte, incidió en que la localidad lleva años “trebajando por hacer perdurar la memoria, todo aquello que no debía de haber sucedido, pero sucedió”.

Vida de Lekuona

La guerra, provocada por la sublevación franquista, empujó a Lekuona a alistarse en el Ejército republicano. Antes de la caída del País Vasco consiguió escapar a Catalunya donde se incorporó a la Brigada Vasco Pirenaica con la que combatió hasta el triunfo de las tropas rebeldes. En febrero de 1939, Ángel cruzó la frontera hacia Francia. Las autoridades galas le confinaron junto a miles de compatriotas en el campo de Argelès-sur-mer y, más tarde, en Gurs. Comenzó a trabajar como leñador, hasta que el 10 de julio de 1943 fue arrestado por la Gestapo. Encerrado primero en el penal del Fuerte Hâ de Burdeos y después en el campo de internamiento de Compiègne, desde allí fue deportado al campo de concentración de Buchenwald, al que llegó el 19 de enero de 1944. Fue después llevado a Flossenbürg y posteriormente asignado al kommando Hradischko, del que ya no pudo volver. Fue fusilado por las SS nazis el día 10 de abril de 1945. No pudo volver nunca a su pueblo, a una Busturia que, con un sencillo Stolperstein lo tiene, ahora sí, para siempre indeleble en su memoria.