Dejó atrás su casa, en Lekeitio, cuando apenas tenía 13 años. Madrid le esperaba para arrancar una carrera en la danza que, hasta la fecha, no ha tenido parón, salvo por dos lesiones de rodilla de las que tuvo que sobreponerse, “no sin esfuerzo”. De ahí emprendió viaje -profesional, y también personal- a Nueva York, donde hoy en día reside. Entre medias, un amplio recorrido formativo, innumerables actuaciones, proyectos con diferentes compañías y un sinfín de nuevas experiencias. La de Marina Goitia es una vida en danza. “¿Que qué es la danza para mí? Mi vida. Mi mundo. Mi todo”, señala al ser cuestionada por la importancia de la actividad en su periplo vital.La lekeitiarra decidió bien joven que quería dedicarse “seriamente” a la danza. “Lo supe desde pequeñita”, mientras iba a diario a Durango a sus clases de danza. Es por ello que en Madrid se formó en el Real Conservatorio Profesional de Danza Mariemma, donde además de aprender las nociones básicas tomó parte en una joven compañía, “con la que actuamos por toda España”. Con esa experiencia en su mochila, sin embargo tampoco perdió sus lazos con Euskadi. Actuaciones en el Euskalduna -de las que guarda un recuerdo imborrable-, bailarina solista en una gira internacional con un ballet dirigido por Jon Ugarriza y protagonizado por Lucía Lacarra -dos de los grandes nombres de la danza vasca- o talleres con bailarines de la talla de Víctor Ullate, entre sus muchos cometidos durante los últimos años, “he ido formándome poco a poco”, según apunta. “De todas esas experiencias vas cogiendo cosas, y poco a poco haciéndolas tuyas”, incide Goitia, que dice haberse instruido “en la danza más clásica, aunque también me gusta incorporarle lo contemporáneo”.

Hasta que dio el salto a “la jungla” de Nueva York, gracias a una beca de mérito completo “para seguir persiguiendo mi pasión. He actuado con el Ballet Hispánico Dos, Peridance Capezio Dance Center, Gibney Dance, y actualmente actúo con Oca Dance”, agrega. Y es que la adaptación a la urbe norteamericana, a la que llegó en una primera oportunidad en 2016, “no fue fácil al principio”; pero la bailarina profesional lekeitiarra se ha adaptado. De hecho, y en plena pandemia por el coronavirus, ha puesto en marcha otras iniciativas. E, incluso, ha sacado tiempo para ejercer de profesora -certificado por el American Ballet Theatre- e impartir clases de ballet, movimiento, contemporáneo, salsa y flamenco “para niños, jóvenes y adultos, tanto en clases grupales como lecciones privadas”. Lo hace “sin parar, como siempre”. Y es que reconoce que no es “de las que se queden quietas mucho tiempo. Con una semana de descanso, me vale”. Además, también es instructora de pilates.

Nadie sabe lo que depara el futuro, tampoco Marina. “Puede ser”, responde, cuando se le cuestiona por su vuelta a Euskadi o a España. “Puede ser, pero lo que tengo claro es que no voy a desperdiciar mis mejores años. La danza es un mundo supercompetitivo y hay que estar preparada siempre”, ahonda. Además, la situación tampoco es la mejor ahora en Euskadi para la actividad, como tampoco lo es a nivel estatal. “Ha llegado la pandemia y siempre se recorta del mismo lado: la cultura”. Y apunta “haber conocido un montón de bailarines buenos, pero que han tenido que emigrar para poder seguir sus con carreras”.

Ejemplo de que Goitia sabe lo que es “no estar quieta” es que durante la pandemia, que le ha cogido en EE.UU., ha puesto en marcha un canal de entrenamientos on line -se puede enlazar a través marinagotitia.com-. Por ahora, seguirá en Nueva York, donde la danza “bulle de actividad”. Trabaja “para ser una bailarina lo más versátil posible” en un “ámbito con una competencia brutal”, subraya. Es la danza, su vida.