Gernika-Lumo - Asegura con gracia que en su familia circula la convicción de que toda su psicomotricidad está en sus manos, esas que agarran con maña las fibras textiles para que la rueca las convierta en hilo. Pero Meritxell Pino, vecina de Gautegiz-Arteaga, es mucho más que una hilandera. Tiene alma de divulgadora, ya que desde que hace seis años se quedara prendada de esta herramienta tradicional, ha puesto en marcha diferente talleres para dar a conocer una artesanía antaño necesaria en muchos pueblos, pero que hoy día lucha contra el olvido. Su última demostración se dio ayer mismo en el Museo Euskal Herria de Gernika-Lumo. Tareas como coser o bordar no le han sido ajenas a Pino, habida cuenta de que nació en una familia “en la que muchos hemos sabido trabajar con nuestras propias manos”. Creció en un hogar apegado a lo artesano. Su abuela, de hecho, era “hilandera; pero hilaba con huso. Siempre me picaba la curiosidad al verla en acción...

Y durante años fue mi asignatura pendiente”. Se lanzó a probarlo en un curso en Cantabria. “Me enganchó”, señala sobre su primera experiencia con la rueca. “Tanto que parecía que en otra vida me había dedicado a esto”, asevera mientras lo demuestra con unas manos que desde entonces no han dejado de hacer girar la herramienta. Desde entonces tampoco ha dejado de formarse en una labor que ella califica como su “especie de mindfullness”. “Cuando estoy hilando, la verdad es que me abstraigo mucho y ocupo la mente en eso que estoy haciendo. Es una forma de desconectar”, según abunda. Y Pino también confiesa que pude llegar a pasar “muchas horas trabajando”. El resultado le es satisfactorio. “No solo es hilar, sino que luego coso para hacer cualquier tipo de prenda. Es muy bonito completar todo el proceso y ver cómo haces con tus propias manos un jersey, un pantalón o unos calcetines”. Todo ello, además, trata de realizarlo con materia prima natural.

Si bien se desconoce de forma fehaciente cuándo se dio la aparición de la rueca -una tarea que ha recaído históricamente en las mujeres-, Pino da ciertas pinceladas sobre su historia. Recuerda una obra de Diego Velázquez, La fábula de Aracne, más popularmente conocido como Las hilanderas que se conserva en el Museo del Prado de Madrid, para señalar que su uso estaba bien extendido en siglos pasados. O el refrán Hija hilandera, hija casadera, ya que antiguamente el dominio de esta profesión era un seguro medio de vida y, más específicamente, en cuanto a casarse se refería. Sea como fuera, la tradición se fue perdiendo en Euskadi; mientras que otros países como Australia o Gran Bretaña han sabido mantener mejor la costumbre. “Es el mayor productor mundial de lana y allí se preserva mejor”, afirma sobre el país austral.

Talleres Aún y dedicando tantas horas a la rueca, Pino también echa mano de Internet para lograr herramientas, materiales o información. “Lo antiguo no está reñido con lo moderno”, agrega. También para documentarse en otra tarea tan importante como su propia actividad, que es la de trasladar todos sus secretos al público. Con alma de divulgadora, “durante los talleres trato de aportar información interesante a quienes acuden”. A los menores, incluso, “les suelo dejar que experimenten con las fibras y que se den cuenta por sí mismos del trabajo”, abunda. “Es importante que aquello que intentas divulgar lo hagas de una forma lo más interesante posible”, asevera.

Y es que si la hilandera arteagarra dedica tantas horas a su hobby favorito, lo hace para intentar asegurar que la rueca no se pierda en los tiempos modernos. O, al menos, que “este conocimiento no se pierda”. “Si hay un banco mundial de semillas, ¿por qué no uno de oficios?”, cuestiona.