Si hay alguien que representa a la perfección el espíritu de un negocio de pueblo, local y cercano, siempre disponible y con una atención casi familiar, esa es Maruja Rodríguez, que durante cuatro décadas ha regentado el estanco y la tienda de ultramarinos de toda la vida de Barrika en el caserío Yonakone número 5. Sin embargo, el negocio ya estaba instaurado mucho antes de que esta gallega, natural de A Coruña, recalase por amor en Barrika. “El estanco está desde 1968, cuando la madre de mi marido lo cogió”, traslada.

En la ciudad portuaria conoció a su marido, marino de profesión, y su unión le cambió la vida. Fue entonces cuando pasó a regentar el estanco, “el único establecimiento del pueblo” además de locales de hostelería y una farmacia. Un punto de encuentro obligado en el día a día de vecinos y vecinas, que durante la pandemia se agudizó.

“Al final, como vendemos prensa y pan, estamos abiertos todos los días, sábados y domingos por la mañana y festivos”, reconoce. Una labor ingrata, pero que al menos le compensa al poder mantener un trato cercano con la gente. “En Barrika hay gente muy maja, siempre he estado encantada. Para mí el trato con la gente ha sido una universidad única”, señala Maruja, ahora ya jubilada, pero que ha dejado el negocio en buenas manos: las de su hijo. “Todo queda en familia”, agrega.

Evolución de Barrika

A lo largo de tantos años en el pueblo, Maruja ha podido conocer la evolución del municipio y, especialmente, de sus residentes. “He conocido el Barrika antiguo, su evolución y ahora el nuevo. También a aquellos niños y niñas que me compraban chuches y ahora son padres y madres y las compran para sus hijos”, reconoce.

Un negocio que ha perdurado generaciones y que siempre le ha dado alegrías, salvo una mañana de domingo de hace unos años. “Era el Alderdi Eguna y me robaron todos los periódicos. Menudo disgusto porque tuve que pasarme todo el día en la comisaría poniendo la denuncia. Eran más de medio centenar de periódicos y claro, sin la denuncia no me los abonaban”, rememora. Pero más allá de anécdotas, reconoce que el trato con la gente siempre ha sido lo que más le ha llenado.