LA iniciativa surgió desde la Asociación de Comerciantes de Ugao-Miraballes, UME-ACU, y en pocos días fue secundada por más de un centenar de vecinos de la villa. Había que facilitar a la población mascarillas de tela para que pudieran salir a la calle con una mínima protección y seguridad, y fue el cometido al que se dedicó esta red de voluntarios perfectamente organizada en grupos: corte de tela, costura que fue el más numeroso, limpieza y empaquetado, y logística. “La respuesta fue inmediata y excelente, y hay que agradecer también el apoyo obtenido por parte del Ayuntamiento de Ugao-Miraballes, que se involucró al 100% con la iniciativa”, explica al respecto Aitziber Bergaretxe, en representación del colectivo de voluntarios que se creó para dar respuesta a una de las necesidades, cosiendo unas mascarillas que pocos creían que todavía hoy se seguirían usando.

Y es que el Consistorio local puso un importante grano de arena al financiar la adquisición del material necesario para la creación de las mascarillas y cedió también un local municipal para poder organizar todo el tema logístico. A partir de ahí, comenzó a funcionar a buen ritmo y sin parar el engranaje de la maquinaria solidaria. A medida que se iba cortando la tela a medida del patrón establecido, se hacía llegar a los domicilios de las personas encargadas de las tareas de costura para, puntada a puntada, ir confeccionando cada una de las más de 4.000 unidades “repartidas gratuitamente no solo entre los vecinos de la villa sino también entre los residentes e Arrankudiaga-Zollo y Zeberio”, precisa Bergaretxe. Todas y cada una de ellas empaquetadas al vacío, con dos filtros cambiables y sus correspondientes instrucciones de uso y limpieza para que se pueda reutilizar con seguridad. “En ese mismo papel, también viene explicado como realizar filtros caseros efectivos”.

Casa por casa En un primer momento, la idea era que cada interesado se acercara hasta el local cedido por el Consistorio para recoger las mascarillas asignadas, pero finalmente ese modus operandi fue descartado para evitar que la población saliera más de lo estrictamente necesario de sus casas. La red de voluntarios fue la que, finalmente, asumió la responsabilidad de repartir ese importante elemento de seguridad casa por casa, un trabajo extra que fue muy agradecido por redes sociales. “Lo que nos ha ido llegando es que la gente quedó encantada”, asegura con satisfacción Aitziber Bergaretxe en nombre de todos sus compañeros de experiencia. Una vez más, Ugao-Miraballes ha mostrado su lado más humano y solidario.