ORTUELLA. Ainhoa Hernández es coordinadora y txistulari de Urioste. En el origen de las danzas vascas, quien tocaba el txistu elegía a los dantzaris, según explica la profesora de un nutrido grupo de chicos y chicas de todas las edades a partir de cuatro años. Asegura que lo más importante es conseguir un ambiente de cuadrilla y, después de bailar, disfrutar de las fiestas.
Enhorabuena por el Kultura Saria.
Me acabo de enterar de que nuestra escuela ha sido premiada. Verá cuando se lo diga a los chavales, se van a volver locos...
¿Le acompañarán a recoger el trofeo?
Seguro que sí. Sin los dantzaris, nuestra escuela no tendría sentido y son ellos quienes se merecen todos los aplausos.
Las danzas son uno de los símbolos de la cultura vasca.
Así es. En Urioste nos esforzamos por reproducir las danzas típicas de todas las zonas de Euskadi. El kaxkarot es originario de los pueblos pesqueros y el sagardantza se bailaba más en las zonas del interior. Pero los dos son algo muy nuestro.
Ya son más de 50 años manteniendo viva la tradición.
Sí, 51, si no me equivoco. Aunque cada vez se cancelan más actuaciones por falta de presupuesto, nosotros hacemos todo lo posible por bailar. Si hace falta pagamos nosotros mismos los costes del traslado.
Son el alma de la fiesta.
Tratamos de integrarnos en el ambiente festivo de todos los pueblos en los que actuamos. Después de bailar nos quedamos a comer todos juntos, pequeños y mayores, y también los aitas. Somos una gran cuadrilla unida gracias a las danzas vascas.
Una cuadrilla mixta.
Aunque hay más niñas, los chicos también se animan a bailar. El grupo de 4 años, en el que se hacen jokodantzak, es mixto. A medida que crecen, a los niños se les va preparando para bailar sus propios estilos.
¿Cómo les convence para que no se decanten por el fútbol?
Con el fútbol no se puede competir, aunque en nuestra escuela tratamos de hacer las danzas lo más entretenidas posibles. Organizamos juegos y talleres de manualidades para los más pequeños, y ahora estamos reformando el local para poder hacer aún más actividades. Es fundamental que los niños vean en las danzas una forma de diversión.
Sin duda, este esfuerzo se merece una recompensa.
Estamos muy agradecidos de que se valore nuestro trabajo, pero el mérito es de los bailarines y de sus aitas, que crean un gran ambiente después de cada actuación. También quiero agradecer su fidelidad a las chicas del grupo de 16 años, que siempre es nuestra debilidad porque a las adolescentes les surgen otras prioridades y no tienen tiempo para bailar. Este año se han quedado todas en Urioste y son la envidia de Ezkerraldea.