Las campanas de la iglesia de San Nicolás de Bari en Pobeña repicaron melancólicas el viernes por la tarde en el funeral por el alma y el descanso eterno de Juan Ramón Ferreiro López, un popular y querido vecino de este enclave costero que con su afable carácter y trato campechano se labraba amigos allí por donde iba.

Ya fuera a coger angulas al Barbadun que tan bien conocía, ya fuera en las labores agrícolas y ganaderas, que corriendo maratones en Nueva York o Bilbao o participando activamente en las diferentes manifestaciones culturales que desde hace años tienen epicentro en Pobeña como la recreación del pasado minero y venaquero de Pobeña 1890 y como no las romerías de El Socorro y de El Socorrillo.

Por si ello fuera poco, Juan Ramón era ante todo el campanero mayor de San Nicolás de Bari, un oficio que aprendió de la mano de su padre Ramón y de su abuela, Estéfana Izagirre, una mundakarra que se instaló en el siglo XIX en este barrio del occidente muskiztarra donde Juan Ramón vino al mundo un mes de noviembre de hace 77 años.

Juan Ramón Ferreiro López, era además un apasionado de la Virgen del Socorro cuya talla descansa durante once meses al año en la ermita de la península rocosa situada junto a la desembocadura de la ría del Barbadun y que durante un mes veranea en la iglesia pobeñesa de San Nicolás. Un cambio de residencia que se celebra con una romería popular donde Juan Ramón, junto con un grupo de campaneros del pueblo, se encargaba de hacer sonar las campanas ininterrumpidamente desde la salida de la ermita hasta la llegada a la iglesia donde se recibía a la Virgen.

Una pasión que le viene de familia pues fue su madre, Luisa López, una pobeñesa que en plena Guerra Civil rescató de entre las rocas la imagen mariana y la guardó en su casa para restaurarla antes de devolverla a la iglesia. Sin embargo lo que realmente cautivó durante toda su vida a Juan Ramón fue el tañido de las dos campanas bicentenarias, fechadas en 1802, que adornan la torre de la parroquia pobeñesa, que empezó a tocar con tan solo 7 años de la mano de su padre que trabajó en las minas.

El sabía que el de campanero en el Socorro era un trabajo duro para el que hacen falta muchas manos, porque las campanas pesan lo suyo y no era fácil moverlas para arrancarles el mejor sonido, pero nunca se arredró. "El repique de las campanas de Pobeña no tiene en sí ninguna singularidad destacable pero sí que es cierto que al tratarse de la mezcla de los sonidos de dos campanas con afinaciones diferentes, una es la conocida como llamada a difuntos y la otra de llamada al Ave María, hay que tener una cierta sensibilidad para que la llamada al Socorro suene de manera identificable y única", describía este hombre que mantenía gran amistad con el exobispo de Bilbao, Ricardo Blázquez al que asistió durante una jornada en la que acudió a oficiar misa en Pobeña y anduvo despistado por sus calles.

Tampoco era fácil coger angulas en el Barbadun y sin embargo, durante muchos años, Juan Ramón realizó numerosas capturas que incluso le llevaron a aparecer en la prensa de la época porque había desarrollado un cedazo de casi 2 metros y medio de ancho que manejaba con gran soltura. A pesar de su carácter amable no era un hombre que tuviera una gran vida social a pesar de que en su juventud practicó el fútbol y le gustaba mucho el atletismo. Tal esa así que junto con un amigo del municipio no dudó en irse hasta Nueva York para participar en la famosa maratón y en Bilbao ganó una maratón en un campeonato estatal.

No era un hombre al que le amilanaban los retos y no dudó en combinar su trabajo en el caserío familiar, donde en la actualidad cuidaba de varias novillas y atendía una extensa huerta, con la vida cultural que se desarrolla de una manera intensa en los últimos años de la mano de la fundación Trueba para poner en valor la historia y el patrimonio minero de Pobeña. Juan Ramón no dudaba en caracterizarse de minero -como su padre- portando un cesto al hombro cargado de mineral para acercarse a venderlo hasta la venaquería. Hoy el hierro le rinde tributo a través de las campanas que tantas veces tocó en la iglesia de San Nicolás de Bari.