- Como suele decir Carmelo Uriarte, fundador del Museo Minero de Abanto-Zierbena, los dos mejores libros que describen cómo era la vida de los mineros de los montes de Triano son El único camino de Dolores Ibarruri Pasionaria y El Intruso de Vicente Blasco Ibáñez. Ambos autores tenían una visión complementaria de esta dura realidad entorno a esta actividad industrial que apenas duró un siglo pero que produjo grandes cambios no solo en el paisaje sino en las relaciones sociales y laborales. La una, como hija de la tierra que se tragó el capitalismo industrial para extraer el hierro y lavarla con sangre, sudor y lágrimas de los mineros y mineras, y el otro un avezado observador de la cotidianeidad que llegó, vio y escribió sobre una sociedad donde la fastuosidad de los ricos de la margen derecha del Nervión y de Bilbao, y la penuria de los obreros de los poblados mineros eran parte de la misma moneda.

Un autor costumbrista que se dejó ver por estas tierras en 1903 y que un año más tarde, un mes de junio ante la plácida contemplación de la playa de La Malvarrosa valenciana ponía punto final a su obra El intruso. Una obra que permanecía descatalogada hasta ahora pues gracias al empeño personal de Carmelo Uriarte, contagiado a la Fundación del Museo Minero, y gracias al apoyo de diversas instituciones, la obra del insigne escritor costumbrista vuelve a estar disponible para pasear línea a línea por la historia de la minería en Bizkaia y especialmente en Gallarta y su entorno.

"Vicente Blasco Ibáñez fue consciente del hervidero vizcaino, de las minas que enriquecían a unos humillando a otros, y decide viajar a Bizkaia, a la zona minera encartada y a Bilbao, documentándose para escribir una novela que visualizase claramente la moderna esclavitud y denunciase los males de una sociedad que se enriquecía rápidamente con el mineral de aquellos montes, pero con la mirada puesta en el vaivén de las olas", suscribe Ricardo Santamaría, presidente de Trueba Zentroa y encargado de la introducción de esta obra que "disecciona finamente la incipiente sociedad burguesa bilbaína formada por un rápido enriquecimiento y totalmente alejada de la realidad de las minas".

Para ello, el autor de obras tan populares como La Barraca o Cañas y Barro, se sirvió de la figura de un hombre carismático de la época, el doctor Enrique Areilza, director del Hospital Minero de Triano, a través del cual refleja sus ideas sociales de republicanismo, anticlericalismo, defensor de la ciencia y el progreso y sensible hacia el sufrimiento de ser humano.

El autor de esta obra es un valenciano de raíces aragonesas, de mente despierta, inquieto, estudioso y, desde muy joven, con la pretensión de ser un "escritor revolucionario". Su lucha le lleva a declarar públicamente su republicanismo y su anticlericalismo que, por no ser bien vistos en las primeras décadas del siglo XX, le condujeron al exilio y a la cárcel. Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) fue un activo escritor que abrazó la bendita utopía de pretender cambiar el mundo, denunciando crudamente las injusticias sociales presentes en los tiempos que le tocó vivir. "Fue propulsor en España del realismo y del materialismo, corrientes culturales que rompen con el romanticismo reflejando en las obras literarias sus meticulosas observaciones de la realidad sin obviar las partes más crudas y desagradables", reseña Santamaría.

El libro se presentó el jueves en el incomparable marco del anfiteatro de la Ekoetxea de Abanto-Zierbena que se asoma a la corta de la mina Bodovalle abierta en el solar donde -paradójicamente- se situaba el pueblo de Gallarta que conoció el autor valenciano. En el acto también tomó parte Ameli Ortiz, presidenta del patronato Fundación Museo Minero quien destacó que "hay muy pocas referencias históricas y menos literarias de lo que pasó en aquella época en las minas. El Intruso es prácticamente la primera manifestación que se hace de esta vida en la que este hombre, habituado a recoger el costumbrismo de su tierra valenciana, hace lo mismo en torno a un actividad industrial que duró apenas un siglo por lo que se convierte en un documento histórico. Blasco Ibáñez tuvo que tomar muchos apuntes de personas, paisajes y situaciones para hacerla", apunta esta antigua maestra del colegio público El Casal donde se sirvió "muchas veces" de esta obra "para explicar al alumnado el gran cambio de paisaje que se produjo al desaparecer el viejo Gallarta". Tampoco faltó el Doctor Areilza a través de la caracterización que de su figura hizo el escritor Alberto Bargos. Un hombre sabio y comprometido que como recuerda su nieto Miguel Areilza Churruca en el libro, que el Hospital de Triano fue "un desafío profesional sin precedente que pondría a prueba su vocación auténtica. Sus 20 años en Gallarta fueron años decisivos no solo en su formación científica y práctica sino en la forja de su temple moral e intelectual. En su honor, en el de Blasco Ibáñez y de los mineros, el acto se cerró con el himno a Santa Bárbara.