El 24 de enero de 2019, la iluminación del Cerro del Castillo de Balmaseda por parte de la asociación cultural Orexinal para el aniversario de la fundación de la villa volvió a conectar a los vecinos con la colina y prendió el interés por recuperar este enclave de origen medieval desmantelado en las guerras carlistas. El coronavirus ha retrasado a septiembre las primeras acciones in situ con el objetivo de identificar los elementos a proteger, pero al menos ha podido presentarse el libro en el que Urtzi Llano y Valentín Ibarra indagan en la trayectoria de la fortaleza a través de los siglos. Este verano trae otra publicación sobre la historia de la villa: de Aitor González​, que va tras la pista de la muralla.“Con el chaparrón que nos está cayendo encima, hay ayuntamientos, como Balmaseda, que no renuncian a un espacio para la cultura y el patrimonio. Se lo agradecemos, al igual que a la Universidad del País Vasco, que avala un exhaustivo trabajo de investigación”, transmite Urtzi Llano, doctor arquitecto profesor de la UPV. El trabajo “pretende ser una herramienta didáctica de conocimiento base que despierte el interés y genere una masa social crítica”. Recabando documentación inédita, como planos de la construcción del fuerte carlista en el siglo XIX que han localizado en el archivo militar de Toledo o una maqueta de madera, recorren el devenir de un monumento eclipsado por otros en Balmaseda, “al permanecer cincuenta años oculto entre pinos” pero que, sin embargo, “aparece en nuestro escudo”, pone de manifiesto Valentín Ibarra, geólogo director de Ingeotyc. Infografías elaboradas por Javier Etxebarria recrean cómo pudo haber lucido.

La relevancia de Balmaseda aconsejó su blindaje con “un torreón central o castillo y dos más pequeños de vigía en los flancos de la muralla o torres en la puerta de entrada a la villa”. En la convulsión de la Edad Media Balmaseda el telón de fondo de las pugnas entre reyes y señores de Bizkaia, como cuando “en 1256 la tomó Alfonso X El Sabio y 1288 Sancho IV hizo lo propio con ingenios; es decir, maquinaria de guerra”. Por aquel entonces sobresalía en la corte la figura de Juan Ortiz de Balmaseda, “quien llegó a ejercer de tesorero de tres reyes consecutivos de Castilla”. En 1320 “el señor de Ayala le citó en Laudio, le mataron en una emboscada y murió en el puente de La Muza”. De ahí podría proceder el malentendido que este nombre al Puente Viejo. Juan Ortiz de Balmaseda “fue uno de los precursores de la ampliación del casco urbano” de su villa natal. La primera referencia documental al castillo se cita “en 1295”. Su construcción “implicó el crecimiento del centro urbano y que Balmaseda cogiera cierto renombre”, pero implicó al mismo tiempo que los vecinos tuvieran que convivir con las tropas y abastecerlas.

Franceses y Carlistas

El 5 de noviembre de 1808 la fortaleza contempló durante la guerra de independencia durante la llamada batalla de Balmaseda, “en la que murieron 300 franceses”. Enterado del ataque, Napoleón, que se encontraba en Baiona, reaccionó enviando al mariscal Lefebvre con refuerzos. Supuso el preludio del incendio desatado por la brigada del general Chassé, que asoló la villa tres días más tarde, representado por última vez el año pasado. Ardieron 75 de las 153 casas que había en el centro histórico y la población quedó sumida en una crisis económica y social.

Durante la contienda carlista, la localidad resultaba útil “como vía para abastecer Bilbao, era una plaza estratégica”. En 1835 “instalaron una guarnición y erigieron un fuerte a partir del castillo medieval, rebajando la torre a los doce metros”. Cuando los carlistas tomaron Balmaseda, el bando contrario “se defendió desde el castillo con su propia artillería” antes de aceptar la capitulación. Un mes más tarde, “los liberales tomaron la villa al asalto y, en 1836, decidieron ampliar la fortaleza”. En otro giro de los acontecimientos, “los carlistas regresaron e intentaron reconstruir un fuerte, pero nunca consiguieron acabarlo”. Terminada la contienda, lo demolieron y se marcharon. Eso no fue todo, “el Ayuntamiento primero prohibió a los vecinos que acudieran a rapiñar las piedras y después tuvo lugar una subasta pública de las mismas”.

La fortaleza se sumió en un abandono del que solo empezaría a despertar tímidamente en los años noventa. “En 1994, el casco histórico de Balmaseda fue declarado Bien Cultural, en 1997 se llevó a cabo la primera prospección arqueológica en el entorno del castillo, pero ninguna iniciativa ha cristalizado, lo que indica la complejidad del proyecto”, subrayó Urtzi Llano. Gracias a la asociación Orexinal “miramos al castillo, consiguieron despertar algo en la sociedad de Balmaseda”.

La presentación del libro sobre el castillo prácticamente ha coincidido en el inicio de la nueva normalidad con otra obra que viaja al pasado de Balmaseda, en este caso, para investigar sobre su muralla de la mano del historiador Aitor González. Ya en el pasado firmó monografías sobre las de “Portugalete, Elorrio, Bilbao, Lekeitio, Orduña, Plen tzia y Bermeo y actualmente estoy realizando el último, que versará sobre la de Durango”. “Nadie había realizado hasta la fecha” un estudio exclusivo sobre la muralla de la villa más antigua de Bizkaia.

La mayoría de la información procede del Archivo Histórico Municipal de Balmaseda, “si bien también me han servido el Archivo Histórico Foral, Archivo de la Real Cancillería de Valladolid, y Archivo Histórico Provincial de Vizcaya. También he recurrido al Boletín Oficial de Bizkaia, al Boletín Oficial del País Vasco y a la hemeroteca”. Y por supuesto, “me he leído prácticamente toda la bibliografía” sobre el municipio. Todo lo ha condensado en 310 páginas, que incluyen “cincuenta fotografías y treinta recreaciones de lo que fue Balmaseda en la Edad Media y en siglos posteriores, entre magníficos grabados de Fernando Hierro, infografías digitales, maquetas y planos antiguos y modernos”.

Virgen en el Puente Viejo

Entre las incógnitas que ha tratado de esclarecer está la datación “de las pinturas, o más bien sus restos, que aún hoy pueden apreciarse en la estructura de madera del Puente Viejo: los autores no se ponen de acuerdo sobre cuándo fueron realizadas: unos dicen que son renacentistas, otros que son del siglo XVIII... muchos se han inclinado por unas fechas u otras, pero todo eran hipótesis”. Aitor González ha podido confirmar que “se ordenaron el 17 de agosto de 1618. También ha destapado la existencia de “una imagen de la Virgen del Paso en el Puente Viejo, ya citada en 1673, que existió una puerta de muralla entre el actual Ayuntamiento y la iglesia de San Severino o que la actual plaza estaba rodeada por una muralla con torreones intercalados”. No ha podido dilucidar “cuándo desaparecieron las puertas”. Esto se debe “al relativamente escaso número de libros de actas del archivo local, por lo que se ha perdido esta documentación tan interesante”. No obstante, “sí que he logrado determinar la fecha de derribo de varios tramos de muralla”. La edición especial de cien ejemplares ya está a la venta en el museo de historia de la villa en la plaza de San Juan y próximamente también en el kiosco de Zalla.