ALABRAS vacías que me escupen como veneno. Palabras que me paralizan, me erizan la piel. Palabras que me dañan, que comparan con él. Palabras que no dice, palabras que nunca escucharé”. A sus 20 años, el zallarra Asier Fernández vuelca así en el papel de Lágrimas de medianoche sus sentimientos, “mis amores y desamores”, compilados en su primer libro de poemas, que compatibiliza con sus estudios de Periodismo y su labor como director deportivo del equipo ciclista Vicinay Cadenas.

“Estoy en Tercero de la carrera en la Universidad del País Vasco”, que, al igual que la rutina de su actividad deportiva, se ha visto sacudida por el coronavirus. El confinamiento resultó para él “un bloqueo en todos los sentidos, porque parece que al no poder moverme, no me inspiraba para escribir”, por lo que resulta poco probable que de esta experiencia nazca otro libro. Además, “han sido meses duros porque me coincidieron con los exámenes”. Al menos, “en mi familia no hemos tenido ningún problema, que es lo más importante”. Solo cuando avanzaba la desescalada y se autorizaron las salidas “con todas las medidas de seguridad” ha vuelto a sentirse “con ganas de escribir algunas líneas”.

Cumpliendo uno de los grandes sueños de su autor, su debut se publicó poco antes de que se desatara la emergencia sanitaria. Desde pequeño manifestó su deseo de ser periodista, “aunque me decían que quizás me podía inclinar por otra carrera a priori con más salidas profesionales” e inclinación a escribir. Defendió sus deseos frente a las reticencias de sus allegados y ya ha sobrepasado la mitad del camino hacia la titulación. Antes de matricularse “el doble grado no me llamaba demasiado, no sé si más adelante me especializaré”.

A los 16 años “empecé a plantearme la literatura en serio, pero en la intimidad, “sin que nadie lo supiera, porque al principio me daba un poco de reparo expresar mis sentimientos”. En poco tiempo había almacenado “muchos poemas”, entre los cuales “pasé dos meses escogiendo, con el objetivo de que tuvieran temáticas similares”. Lo envió a varias editoriales, “y recibí la respuesta favorable de Chiado Books”, que permite acceder a la obra en papel o formato digital.

La medianoche del título alude a la hora en la que suele sentarse en la mesa en su casa, “cuando me veo tranquilo y a gusto. Durante el día hay otras preocupaciones que rondan en la cabeza”. De hecho, la ventana iluminada que reproduce la portada del libro “podría ser yo mismo”. Y las lágrimas se refieren a los sentimientos que desprende cada línea. “Me encuentro como si me hubiera liberado, he llorado y he sufrido, pero las lágrimas que más duelen son aquellas que nunca se lloran”, reflexiona.

El tiempo que no dedica a sus estudios universitarios ni a la literatura lo divide entre su familia y el ciclismo. “He corrido durante seis años hasta que asumí la dirección deportiva del equipo Vicinay Cadenas”, explica. Desde el coche que sigue el desarrollo de las carreras, “intento preocuparme por todos y que funcione el grupo”. Se bajó de la bici porque “no me daba tiempo a llevar las clases al día y a entrenar. Además, comencé a trabajar”. Eso sí, desde el televisor se ha mantenido al tanto de la actualidad ciclista hasta que el covid-19 interrumpió el calendario. De las carreras que guarda en la retina y estos meses han regresado a las televisiones, destaca “el triunfo de Alejandro Valverde en el Mundial de ruta disputado en 2018 en Innsbruck. Fue de los que crean afición”.

Si continúa por ese camino, él también contará con fieles admiradores pendientes de su emergente trayectoria literaria. Es más, adivina potencial para dar forma a una novela basada en hechos reales, “a partir de la historia de una persona que conozco” que incluso pasó por la cárcel. “Nunca he dicho que no a nada”, asegura sobre los retos que le aguardan en el futuro, siempre pegado a cuaderno y bolígrafo para plasmar sus pensamientos.

Estudiante de Periodismo, vuelca sus sentimientos en los poemas que escribe con regularidad desde hace cuatro años