La pequeña Lucía Palacios Ramírez, la saxofonista de Urioste como se la conoce cariñosamente entre los vecinos de este pequeño núcleo ortuellarra, seguro que dentro de unos años recordará de manera especial su noveno cumpleaños. Una fiesta que tuvo lugar ayer en pandémico confinamiento y que sin embargo estuvo trufado de presencia y solidaridad vecinal para hacer posible su mayor anhelo: celebrarlo comiendo una pizza con jamón y queso, su preferida. "Era lo único que había pedido expresamente para el día de su cumpleaños", acentuaba su madre, Sara Ramírez, bailarina y profesora de ballet para personas con diversidad funcional.Sin embargo, el deseo de Lucía, una esforzada estudiante de 3º de Primaria en el C.P. Otxartaga que aún no ha deshojado la margarita de si quiere ser bombera, bióloga o veterinaria, a punto estuvo de irse al traste hace unos días cuando el horno del domicilio familiar feneció por causas desconocidas para los moradores de la casa entre las que se encuentran su hermana Mirian y su "aitatxo", Daniel Cardoso. "No es que coma muchas pizzas pero siempre me ha gustado de vez en cuando hacérselas naturales y ya ves, al final el horno se rompió", lamentaba Sara quien lejos de amilanarse recurrió a Telepizza para solventar la avería. "Sin embargo, el establecimiento de Trapagaran estaba cerrado y el de Portugalete no tiene servicio a domicilio hasta Urioste", recordaba la madre de Lucía quien viendo que se acercaba la fecha de la celebración giró su mirada hacia las redes sociales y a la página de Facebook Ortuella sin censuras donde expuso su cuita anunciando la correspondiente compensación económica por el apaño. Algo que no ha hecho falta pues la solidaridad no tiene precio.

"La respuesta ha sido increíble por parte de la gente de Ortuella que tanto de manera pública en la página como en privado no solo se ofrecían para hacer la pizza si no que preguntaban si necesitaba algo más. No tengo más que gratitud porque mi hija ha tenido su pizza de cumpleaños y además un montón de regalos y detalles de gente a la que ni siquiera conocía", celebraba Sara.

Ajena a los vericuetos de su regalo culinario -que le fue entregado junto con una tarta en el portal del domicilio por una patrulla de la policía local- Lucía disfrutaba con los regalos que le había hecho su familia -entre ellas su padre José Manuel y su prima Jone- y con algunos detalles que cual ratoncito Pérez "alguien" le había dejado en el quicio de la puerta. "Esta es Maritxu, la mascota de nuestro colegio", explicaba por vídeollamada a su abuelo paterno Manuel, en confinamiento domiciliario tras haber sido dado de alta de su tratamiento contra el covid-19 después de 20 días. "Hay que quedarse en casa para que no te coja el virus", subrayaba solidaria Lucía ante una pancarta con el eslogan preventivo poco antes de despedirnos con un hasta luego en lenguaje de signos que está aprendiendo, en su nueva tablet, para hablar con un amigo sordomudo.