CON gesto solemne, fusil en mano y serio semblante, varios miembros del orden público se encargaron ayer de escoltar hasta la rentería de Pobeña los carros de bueyes cargados con la preciada vena de Somorrostro -un mineral de hierro de gran calidad- que algunos vecinos de esta localidad costera de Bizkaia y otros del resto de las Encartaciones habían extraído de los montes comunales de Triano y de Galdames. Allí, los renteros esperaban la llegada del cargamento ante la atenta mirada de varios frailes interesados en obtener el preciado material para la elaboración de todo tipo de aperos, herramientas, ajuares y otros objetos artesanales para su uso personal o para su venta a baserritarras y artesanos, algunos de los cuales se dejaron ver en este rincón rural.

Una escena que, sin duda, el insigne escritor, periodista y cronista encartado, Antonio de Trueba y de la Quintana hubiera sublimado con grandes dosis de sencillez y sentimiento con alguna de sus poesías plenas de sentimientos y cultura popular. Le granjearon un notorio éxito a finales del siglo XIX, que le llevó a ser conocido popularmente como Antón El de los cantares.

Un personaje que ayer estuvo muy presente en la recreación histórica Pobeña 1890. Acudió su biznieto, Carlos Irurozqui quien, junto a su familia, recorrió este sábado los parajes que tantas veces cita su ancestro en sus cuentos. San Pedro de Abanto, la Vega del Barbadun, los restos de la casa natal en Montellano o Santa Gadea (Sopuerta) donde visitaron la casa paterna, en la que Antonio de Trueba vivió hasta los 15 años, fueron algunos de los paseos por la nostalgia y la biografía del escritor pergeñado por el Centro Trueba que este año promueve diversas actividades con motivo del bicentenario del poeta cuya estatua preside los bilbaino jardines de Albia.

El tributo realzó la jornada Pobeña 1890 en la que fray Eduardo y fray Amalio sacaron a relucir una solvente estrategia para rebajar el precio que pretendían cobrarles por la mercancía ferrona. “Nosotros no podemos pagar tanto como los ingleses. Nosotros extraemos el hierro en casa, lo elaboramos en casa y lo vendemos en casa. Los ingleses pagan más porque lo llevan a manufacturar en Inglaterra y luego nos venden las labores siete veces más caras. Menudo negocio”, razonaban los frailes que obtuvieron un jugoso 5% de rebaja pero, eso sí, con diez misas por los renteros.

No fue este el único acuerdo de altura refrendado ayer en Pobeña ya que Tiburtzio y Ciriaca, firmaron la capitulaciones matrimoniales ante el notario y en presencia de un nutrido grupo de familiares de los novios que con anterioridad se pasearon por el centro. Les acompañaron el párroco y el burrito Perejil, encargado de arrastrar el carro con el detallado ajuar que aportaba la novia en el que había hasta un moderno fonógrafo.

Detalles de una recreación que atrajo a vario centos de personas del gran Bilbao y que tributó otro homenaje popular a una de sus vecinas más longevas, Clotilde Gorbea, 90 años de alegre plenitud.