- Rosa Arcos ha puesto letras a los recuerdos de su infancia y juventud en el barrio getxotarra de Romo. Ha perpetuado por escrito aquellas tardes en las que iba, con sus amigos, a la playa a jugar en la arena y volvía a casa sin un zapato porque se había quedado perdido por allí... "Y te calentaban la chaqueta", evoca. También ha rescatado esas verbenas "paupérrimas" del 2 de agosto con "dos bombillas colgando que no alumbraban nada". Y mira por el retrovisor para ver la tapia de los vagos, las cuadras de los caballos del campo de polo, el trolebús, el edificio de los ángeles

Esta mujer de 76 años ha dado forma así a su tercer libro: El felpudo, llamado de esta manera porque sus vivencias están contadas desde el insólito punto de vista de la alfombra de un portal. "La he cogido de portavoz", explica Rosa. "Me vino la idea sin más, aunque se me ocurrió cuando estaban haciendo obras en mi portal. Pensé que el felpudo siempre está ahí, que se entera de todo y creo que es un buen testigo para contar lo que pasa", añade esta getxotarra que fue a la universidad con más de 60 años. "Antes, estudiar no era tan sencillo para las mujeres. Yo estuve toda la vida queriendo hacerlo, pero no podía ser; lo que sí hacía era leer mucho, era una lectora insaciable, y eso te da mucho fondo", admite echando, de nuevo, la vista atrás. Así que fue ya de mayorcita cuando hizo su carrera en "el aula de la experiencia", donde se graduó en Humanidades. "A mí toda la vida, me han vuelto loca la geografía, la historia y la literatura; me lo pasé como una cría con una tiza. Yo no quería que se acabara y terminé en 2013 o 14. Hice mucha amistad con gente de mi edad, con las mismas inquietudes€ Me lo pasé pipa", asegura. Y fue, precisamente, en esa etapa como universitaria, cuando surgió la oportunidad de publicar. "A ver, llevo escribiendo desde siempre, porque nosotras antes escribíamos cientos de cartas. A mí me decían que las mías eran como si me estuvieran oyendo hablar", matiza. Sin embargo, la aventura de los libros fue por el pellizco de una compañera de la uni. "Me dijo que escribía muy bien, un día me llamó a casa y me preguntó que qué andaba haciendo; le contesté que estaba escribiendo las historietas de mis gatos para mis hijas, para que no se olvidaran de ellas. Y le encantó la idea y me soltó que me publicaba el libro. Yo le respondí: ¿Pero, qué dices? ¡Si son cosas de gatos! Y estuvimos tres meses, ella que sí y yo que no€ Y, al final, ganó ella", sonríe Rosa. Después de esas peripecias gatunas en Los gatos de mi vida, llegó otra de animales: Las mascotas de los otros. En esa ocasión, recopiló anécdotas que le contaba la gente sobre sus bichillos. "Es que mis sobrinos me decían: Tía, tienes que seguir escribiendo", indica. Y así fue.

Para esta tercera incursión, ha cambiado de registro. "El felpudo son recuerdos novelados", apunta. Y es que "un 80%" de lo descrito es real, hay "muy poco inventado, un 5%", y luego, reproduce ciertas circunstancias "que oía comentar a las mujeres, porque antes se hablaba delante de los chiquillos como si no se enterasen de nada y se enteraban", reconoce Rosa. "Por ejemplo, se oían cosas de los trabajadores de Altos Hornos, se contaba cómo alguno se quedaba tullido porque les salpicaba el hierro fundido", traslada esta escritora. No obstante, este libro es amable. Es feliz. Es la mirada de una niña y de una jovencita. "Abarca hasta mis 25 años, o sea, empieza en la década de los cuarenta y va hasta los setenta. Luego, las cosas se empezaron a complicar en el barrio, con las huelgas, las cargas policiales... y decidí interrumpirlo ahí porque era muy duro", confiesa.

Y claro, el Romo de ayer no tiene nada que ver con el de hoy. "Yo tenía 15 años cuando el barrio empezó a crecer y ya no nos conocíamos tanto entre nosotros", señala la getxotarra. "El río era gloria bendita para los niños, ¡cómo chapoteábamos !", rebobina Rosa, que también visualiza aquel día en el que sus hermanos la llevaron a ver "una avioneta estrellada en el campo de aviación de Lamiako" o "el jaleo que montábamos los domingos tras el catecismo". Recuerdos para no olvidar.

"Este libro son recuerdos novelados; un 80% de lo que cuento es real, son vivencias mías"

"Estudiar no era tan sencillo para la mujer; yo estuve toda la vida queriendo hacerlo"

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