¿Qué esconde la cala de los contrabandistas de Gorliz? ¿De dónde viene ese nombre? ¿Cómo es? ¿Qué se puede hacer allí? Para resolver estas preguntas, hay que recurrir a un poco de inventiva, a muchas dosis de emoción y aventura y también al visionado de un gran paisaje. Además, Jabier Fuertes, Txapas, gerente de Troka, ayuda a dar con las respuestas.El principio de todo está en el siglo XVIII, cuando se construyó el fortín de Askorriaga, para la prevención de un posible ataque, ante la presencia, principalmente, de las naves inglesas en el Golfo de Bizkaia. La localización no fue elegida al azar: esta defensa se alzó en la punta de Uztrikotze, que era la mejor ubicada para que los cañones de la época pudieran custodiar la entrada de la bahía de Gorliz. Además, también está a unos 25 metros de altura en los acantilados y en una de las puntas más salientes. Una muy buena situación para divisar los barcos a kilómetros de distancia e incluso, cuando estaban lo suficientemente cerca, dispararles con los cañones. El avance en materia armamentística provocó que los cañones quedaran obsoletos y el fuerte se fue deteriorando. Hoy quedan unas ruinas, que son popularmente conocidas como el castillito roto -pese a que se trataba de un fortín-. Y allí, en ese bonito entorno, hay una cala, que también adoptó ese nombre: la cala del castillito. ¿Y qué pasa con los contrabandistas?

Ahí entra en juego Troka, la empresa que ofrece planes de aventura por la zona. "Detrás de la cala de los contrabandistas hay un poco de imaginación, de ponerle nombre a una actividad de turismo. Pero sí es cierto que hace bastante, cuando yo veraneaba ya en Gorliz, existía el bulo de que por las noches llegaban las zódiac con el contrabando y descargaban por allí y nosotros por no llamarle, sin más, la cala del castillito, le dimos ese nombre. De hecho, hay mucha gente que la llama la cala de los contrabandistas y ya dicen algunos en el pueblo que no, que es la cala del castillito", desgrana Txapas.

Por lo tanto, los acantilados irregulares de Gorliz, ejemplo de resistencia a la erosión marina y formados por rocas del cretácico medio-inferior, de 100 millones de años, cobijan esta cala con agua clara de distintas tonalidades. "Desde el fortín o desde la ruta del faro hay unas vistas impresionantes de la cala porque te pones encima", apunta el gerente de Troka.Pero, claro, verla desde abajo adquiere ya otras dimensiones. Y se hace mediante el mar por el peligro del camino que da acceso a ella. En Troka proponen rutas en kayak y big sup para llegar hasta ella y luego, una vez allí, hacer snorkel. "Otros años hemos hecho en big sup -grupos de varias personas-, pero este año, con toda esta movida, como vamos diez en una misma tabla grande, rompemos distanciamiento. Nosotros podemos unas mascarillas hidrófugas, pero claro, ahí estás jugando, riendo unos con otros, la gente se las quita€ Veíamos que era complicado gestionarlo. Así que este verano hemos decidido hacer solo la cala de los contrabandistas con kayak, que está funcionando bastante bien", precisa Txapas. La invitación es sugerente. "Salimos desde la rampa de Astondo y con el kayak vamos a los acantilados de Barrika para ver el flysch y la playa de Muriola y de ahí nos dirigimos a la cala. Una vez allí, se desembarca. Es una playa de piedras y damos un rato para que la gente pueda hacer snorkel. A veces ven cosas, a veces no ven y a veces creen que han visto algo. Seguimos un poco jugando con la imaginación", bromea el responsable de la empresa gorliztarra. Asimismo, otra actividad que realizan desde Troka por este entorno es el coasteering, con el que se recorre la costa jugando con las olas, saltando al agua, nadando, buceando y trepando junto al mar.

Por lo tanto, la cala del castillito o de los contrabandistas está llena de vida. En ella convergen la energía y las emociones fuertes. La belleza y la acción. "La gente conoce el acantilado desde arriba y cuando lo ves por abajo descubres cosas nuevas. De hecho, hay una zona que llamamos el spa, porque cuando entra el oleaje en ese sitio, hace espuma y tú estás metido en una poza con el agua blanca de la espuma", apunta Txapas, que aporta otro detalle: "Antes de esta cala hay otra, donde está isla pobre y kakaleku, por donde hace años salían los vertidos de la zona -ahora está todo ya redireccionado-. Y ahí hay dos cuevitas. Y ese es un valor añadido que hacemos a veces en las visitas. Son sitios chulos".

Así que este costado de Gorliz es admirable a nivel del mar y desde las alturas, desde donde lo divisa todo el faro. Se construyó en 1990 sobre los acantilados de 165 metros, allí se eleva la torre de 21 metros rematada por una linterna acristalada, lo que convierte al faro en el más alto de la cornisa cantábrica.

El verano del coronavirus

A Troka Aventura, el covid-19 también le está aguando los planes. "Hemos suspendido muchas actividades. Hacer cuentas da vértigo. Nosotros trabajamos mucho con centros escolares y grupos de empresas, así que todo eso que hacíamos se ha ido al garete. Normalmente, a 31 de julio facturamos el 75% del año y esta vez ni de lejos. La playa está a rebosar, y yo pensaba que iba a haber más consumo de actividades, pero no. No se ha conseguido la reactivación que esperábamos", lamenta el gerente de la empresa. De hecho, las estrellas de este verano tan golpeado por la pandemia están siendo el coasteering y el desembarco en la cala de los contrabandistas -las próximas fechas para grupos programadas son hoy mismo y el próximo sábado, 29, a las 15.30 horas-. "Una de las rutas que tenemos desactivada es la travesía que hacemos con kayak desde un poco más abajo del castillo de Butrón hasta la playa de Gorliz y que llamamos la ruta de anguleros en kayak", señala Txapas. Además, Troka gestiona el albergue del municipio, que tampoco está consiguiendo atraer inquilinos. "Estamos ofreciendo una habitación exclusiva, nada de camas compartidas, y no está yendo nada bien. No hay apenas reservas", desvela el responsable. Un año para olvidar.