URDULIZ. Después de cuatro décadas cuidando la salud de los urduliztarras, el doctor Iñaki Otxoa se ha ganado una merecida jubilación. El pasado 20 de octubre colgó la bata y el fonendoscopio, y pasó a ser un civil más. "Ahora quiero aprovechar para viajar, hacer el Camino de Santiago e ir al monte con los amigos", señala cuando se le cuestiona sobre a qué va a dedicar el tiempo libre. No obstante, lo hace con la boca pequeña. "Me dio pena dejarlo, me gustaba el trabajo, pero mi mujer también se jubiló y era el momento", se sincera. Y para poder disfrutar de esta etapa de la vida plenamente, qué mejor manera de hacerlo que con salud. "Es lo más importante, si lo sabré yo", reflexiona. Sin embargo, aunque mantener unos hábitos saludables supone un importante porcentaje, al final lo que condiciona todo es "la genética", señala.

De este modo, aunque apenas han pasado unos meses desde que dejó su puesto de trabajo, los vecinos de la localidad todavía le siguen teniendo muy presente. Le paran, saludan e, incluso, le invitan a tomar café. "Ser doctor en un pueblo como Urduliz supone tener una relación muy cercana con la gente", desvela sobre su notoria fama en el municipio. No en vano, cuarenta años dan para mucho. Por ejemplo, para cimentar una relación profesional tan estrecha con sus pacientes que casi se podría calificar de familiar. "Este trabajo, el de doctor en un ambulatorio de un pueblo, requiere un gran porcentaje de trato humano y psicológico además del facultativo", expone.

Durante sus años como facultativo, ha contemplado la evolución del municipio. "Empecé en un cuartito que había en el antiguo ayuntamiento. Allí estábamos el practicante y yo", recuerda este portugalujo residente en Getxo. Estudió Medicina por vocación y en 1983 se presentó a las oposiciones de Sanidad para optar a plazas en los diferentes municipios. "Después, con los años, he tenido oportunidad de cambiar de lugar de trabajo, pero no he querido. Siempre he estado muy a gusto en Urduliz", reconoce. "Cuando empecé era un municipio muy rural, apenas había casas y luego ha crecido mucho", indica. De sus gentes, recuerda una advertencia que llegó a sus oídos. "Me dijeron que la gente de los caseríos era muy fuerte. Que si un día me llamaban sería por algo serio. Por un catarro ni se molestaban€", bromea.

El efecto 2000 también fue notorio en su desempeño profesional. "Pasé al actual ambulatorio, en la plaza Antsonekoa. Era un lugar más amplio y ganamos con el cambio", afirma. Actualmente, la localidad cuenta con dos médicos y otro que se reparte entre Sopela y Urduliz, además de una pediatra y una matrona. Con el incremento de personal, Iñaki ha podido atender mejor a los pacientes, sin tantas prisa ni agobios. "Al principio la gente se quejaba de que tenían que esperar mucho para que les atendiera, pero es que no se podía hacer otra cosa. Ahora hay un ratio de 1.500 pacientes por doctor. Ahora es más llevadero", señala. Asimismo, la inauguración del hospital Alfredo Espinosa también ha sido una ayuda. "Es un gran apoyo. Nos ha permitido tener un contacto más cercano con los especialistas", afirma.

Por último, ahora espera poder seguir disfrutando de las partidas a las cartas que comparte todos los miércoles con el resto de facultativos de la comarca, que son de su "quinta". "Tenemos una gran relación. Solemos quedar para tomar algo, comer y después echar la partida. Lo pasamos muy bien", concluye.