Getxo - Cuesta imaginarse la vida sin un techo, desposeída de servicios tan básicos como un plato de comida caliente, una ducha o, simplemente, un lugar donde descansar. En esta época del año, especialmente, cuando el mercurio se desploma, la existencia de un lugar como el edificio Itxasbegi de Getxo, situado en la calle Caridad de Algorta, junto al Puerto Viejo, perteneciente a las Hijas de la Caridad, se antoja fundamental ya que ofrece refugio a aquellas personas en riesgo o situación de exclusión social.

Allí se encuentran los servicios de acogida nocturna Argitzean, de estancia y atención diurna Antxeta, y el de atención de necesidades sociales de inclusión Uribenea. Los dos primeros son ofrecidos por el Ayuntamiento de Getxo y la Mancomunidad de Uribe Kosta, mientras que el tercero corre a cargo de la Diputación Foral de Bizkaia. Los vecinos de la Getxo pudieron conocer de cerca ayer las instalaciones y sus funciones en una jornada de puertas abiertas.

En este sentido, el albergue dispone de 19 plazas -quince para hombres y cuatro para mujeres- y abre sus puertas entre las 20.30 y las 22.00 horas y ofrece un servicio que se extiende hasta las 9.00 horas por un máximo de siete noches, aunque se puede prolongar la estancia en determinados casos. “Hay personas con plaza prolongada, que implica una estancia de entre tres y cuatro meses”, señalan desde Sortarazi, asociación claretiana para el desarrollo humano responsable del servicio. Asimismo, cuando se declara la alerta naranja por frío, el número de plazas se amplía en diez más con la apertura de un centro ubicado en Berango. “El año pasado se abrió dos veces”, explican. Actualmente, el perfil medio de personas que acuden a este servicio es el de vizcaínos “de entre 40 y 60 años, e incluso de más de 60, que por diversos motivos como rupturas familiares o problemas de consumos se ven en la calle”. También el de jóvenes extranjeros, de entre 19 y 30 años, procedentes en su mayoría del Magreb.

Precisamente, a lo largo del último año, uno de los usuarios que ha tenido que recurrir a este servicio en varias etapas es Antonio R., de 61 años, natural de Astrabudua y vecino de Romo. “Si se viene aquí es porque no hay otra opción. Si no fuera por ellos estaríamos en la calle. Lo más importante es que, además de calefacción, nos ofrecen calor humano”, resume sobre la relación con el equipo de profesionales y voluntarios del centro. “Cuando acudes aquí tienes que asumir que la estancia es por un periodo determinado y a mí me ha tocado dormir en la calle”, señala. Respecto a la convivencia, afirma que “hay buen ambiente”. “Cuando llevas ya tiempo pasas de conflictos”, concluye.