Plentzia - El accidente nuclear de Chernóbil vuelve a estar de actualidad, gracias a la genial serie de HBO que recrea en cinco capítulos toda la desgracia; los hechos, sus causas y sus consecuencias. Sin embargo, para la asociación Izanik, de Plentzia, ese suceso ha estado presente siempre, desde el mismo momento en que ocurrió y durante los siguientes años, puesto que desde aquel 1986, niñas bielorrusas que sufren los estragos de esa explosión en el reactor número 4 de la central nuclear acuden a la villa de Uribe Kosta para apartarse de la radioactividad, pasar revisiones médicas y disfrutar de los beneficios del sol y el agua del mar.

Las doce pequeñas de este año llevan en Plentzia desde el 28 de junio y estarán allí hasta el 4 de agosto. “Como es costumbre, se van con la pena de dejar estos 40 maravillosos días, pero, con la esperanza de juntarse con sus familias”, indica Puri Tolosa, una de las mujeres de Izanik que hace posible que este buen gesto pueda repetirse cada verano. Las niñas, a las que los vecinos reciben con los brazos abiertos, son las mismas del año pasado, así que el próximo 2020 será el de su último viaje a Bizkaia. “Cada tres años cambiamos de grupo, para así dar opción a que vayan viniendo el mayor número de niñas. Desde nuestros inicios, han pasado por Izanik un número aproximado de 75 niñas”, apunta Puri. Suelen acudir en “la época de su crecimiento, para darles un empuje con las revisiones médicas, la alimentación, que estén en la playa y al sol? para que vayan cogiendo más fuerza en los huesos y tengan una vida más sana y larga”, comenta Magdalena Zabala, la presidenta de este colectivo que engloba a unas veinte personas.

Las pequeñas pasan estas semanas en la casa parroquial de Plentzia. Allí, duermen en dos habitaciones con literas, comen, juegan, cantan... Y también dan clases de castellano. Otras de las salas están llenas de ropa, comida, juguetes... que los vecinos de Plentzia van donando para ellas. Con las distintas acciones que desarrolla Izanik, como la fiesta que siempre organiza en su honor, se recaudan fondos para costear el viaje en avión. Pero son muchos los voluntarios, hosteleros, médicos, etc. que contribuyen para que todo esto sea posible.

“Las niñas realizan actividades colectivas como clases diarias impartidas por sus monitoras, excursiones, paseos, visitas a museos, además de recibir baños de mar y sol diariamente en nuestras playas. Intentamos que su estancia tenga también un carácter lúdico-cultural, siempre desde el respeto a las dos culturas”, asegura Puri. De ahí que las bielorrusas -de Minsk- acudieran a la reciente procesión marítima de El Carmen. “Como cada año, se visten de arrantzales y van con algún plenciano que, muy gustosamente, se ofrece a llevarlas”, agradece esta integrante de Izanik.

Y, por supuesto, la salud juega un papel determinante en esta acogida. Por eso, las pequeñas pasan “consulta oftalmológica, odontológica, traumatológica... Y de cada diagnóstico, se toman las correspondientes medidas para paliar las anomalías asignadas por los facultativos”, incide Puri. “Tratamos de procurarles una sana alimentación y buenos baños de sol y mar, que su delicado estado, a veces, agradece enormemente. Además, queremos paliar las deficiencias alimenticias que sufren, ya que nuestros alimentos no están cultivados en suelo radioactivo”, agrega Puri, una de las amatxus vascas de estas niñas, que son encantadoras.