"Nos da miedo bajar la persiana. Esperan a que cerremos para atracarnos y sufrimos agresiones". Es el testimonio de uno de los hosteleros del Casco Viejo que esta semana ha sido atacado. Otros hosteleros y también comerciantes secundan esta misma denuncia. El Ayuntamiento de Bilbao ha reforzado el servicio de vigilancia por medio de dispositivos específicos en las zonas que más afluencia de gente registran en noches y fines de semana, y el Casco Viejo es una de ellas.

La demanda de más patrullas de la Policía Municipal las noches y fines de semana es un asunto que está sobre la mesa de negociaciones del Ayuntamiento, aunque aseguran que el servicio se está prestando. Desde el Área explican que el aumento de denuncias a camareros no ha surgido -al menos hasta ahora- en el Taller de Seguridad del barrio, en el que la hostelería está representada. Aseguran además que la relación con el sector es fluida y así seguirá siendo.

Pero los más veteranos del sector están acostumbrados a que las denuncias no prosperen "por un sistema garantista de la ley que al final les protege, lo que hace muchas veces ya ni denunciemos".

LES VIGILAN

Bajan las persianas de los negocios en los que trabajan hasta tarde con miedo. Saben que les vigilan y temen que les asalten para robarles en cualquiera de los cantones que rodean la Plaza Nueva y las calles adyacentes. El colectivo de hosteleros de la zona histórica de la villa reclaman más seguridad para evitar que por las noches les sigan atracando. Temen por su integridad: "Sabemos quienes son y lo que quieren", apunta Fabian, un camarero al que en seis meses le han robado en dos ocasiones. La última fue este jueves, sobre la una de la madrugada. "Salimos de trabajar y me fui a tomar algo con otros colegas de profesión. Noté que nos estaban controlando y me dio mala espina". No se equivocó. En el momento que, en la zona de la plaza Unamuno, emprendieron el camino para tomar un taxi para ir a casa, los gritos de su amigo le alertaron: "¡Me han robado, me han robado!". Entonces, según explica Fabián, corrió hacia donde se encontraba el otro camarero al que con una navaja le habían rajado el cuello para hacerse con el bolso que llevaba cruzado. Todo ocurrió rápido, pero con una enorme sangre fría, Fabían se avalanzo sobre él y lo retuvo hasta que llegó la Policía. "Conseguí retenerle, pero son tan hábiles que aprovechó el momento para levantarme la cartera", explicó a DEIA.

Su caso no es el único. Cecilia trabaja limpiando otro local de hostelería en la Plaza Nueva y desde hace meses no quita el miedo del cuerpo. Una noche, sobre las 23.30 horas un hombre le asaltó y le golpeó hasta romperle la frente y el labio. "No me robó, pero intentó violarme", asegura. "La seguridad por las noches en los alrededores del Casco Viejo se ha complicado. Tengo miedo, no tenemos transporte público y tengo que regresar a pie a casa", dice la mujer. Esta mujer reclama mayor vigilancia policial para proteger a las personas que de noche trabajan en la zona histórica de la villa. "Nos vigilan cuando salimos y en el descuido nos atacan", apuntan.

Los hosteleros denuncian la situación de desprotección que viven desde hace meses y que tras la pandemia se ha intensificado. "Esto va a peor", apunta.

El sector lamenta que las denuncias que interponen no sirvan para nada más que para perder el tiempo. "El lunes voy a ir comisaría para identificar al agresor. Ellos nos vigilan, pero nosotros sabemos perfectamente quienes son también", dicen.

Por las noches grupos de jóvenes de entre 16 y 22 años se acercan al Casco Viejo con la intención, en la mayoría de las ocasiones de "divertirse a costa de los demás", relatan. "Bajan por la calle Bailén, bien perfumados, bien vestidos y con buenas zapatillas", describe otro veterano hostelero de la zona. "Son esos mismos los que muchas madrugadas te los encuentras por el puente de El Arenal. "El otro día a las 5.30 de la mañana vi cómo dos chicos increpaban a una mujer que entraba a trabajar a la pescadería. Ni me lo pensé y fuí a por ellos. No podemos consentir que nos roben, nos golpeen cuando salimos o entramos a trabajar". En opinión de este hostelero que lleva cuatro décadas en un bar del Casco Viejo la solución no pasa por poner más policía en el Casco Viejo, sino por aumentar las sanciones. "Tienen que acumular una veintena de denuncias para que les pase algo. Eso no se puede permitir. Saben que la ley les ampara y encima tienen ayudas. Esto suena mal, pero es la realidad que todos sabemos", apunta.

Después de toda una vida detrás de la barra le entristece comprobar que las situaciones de inseguridad en la villa se dan cada día con mayor frecuencia. "Como no se pongan medidas esto va a ir a peor", lamenta.