La construcción del edificio coronado por el frontón no ha sido sencilla y varias circunstancias han marcado un tajo que ya ha superado todos los momentos de dificultad. El primer hándicap ha sido la propia ubicación del solar donde han tenido que trabajar, de por sí ya con poca superficie.

En pleno Casco Viejo, el tramo de la calle Esperanza donde se encuentra no contaba con ningún espacio anejo donde acopiar el material de trabajo, las voluminosas vigas de acero que componen el esqueleto o los contenedores donde se pudieran cambiar los trabajadores.

La instalación de la grúa que toda promotora monta para facilitar el crecimiento de cualquier edificio en altura también presentó retos. De hecho tuvo que colocarse durante las noches de un fin de semana para meter los camiones necesarios que traían las piezas.

Una grúa que además contó con menor capacidad de izada de peso ya que al encontrarse al lado la estructura vertical del ascensor de Begoña no pudo desplegarse un brazo o pluma tan largo como es habitual en estos proyectos.

El hecho de construir el bloque encastrado entre los dos edificios residenciales de Esperanza 2 y 8 supuso así mismo que tuvieran que tomarse medidas preventivas de seguridad. La más evidente fue el apuntalamiento del bloque más cercano a la estación del metro en la pared que lucía todavía el viejo frontis de color verde hasta que empezaron las obras de cimentación del proyecto constructivo mixto. Donde no se tuvo que actuar fue en el apuntalamiento de la ladera que baja desde la colina del parque de Etxebarria. Las obras que la propia ETS llevo a cabo para generar la estación de la línea 3 de metro tuvo en cuenta el actual proyecto y ya dejó toda la zona sobre la que se asienta el nuevo frontón elevado con un grueso paramento de hormigón que servía para evitar cualquier posible desprendimiento y ser el apoyo de la instalación deportiva.