URÓ lo que un partido de fútbol, noventa minutos, con la ventaja de que el público sí que pudo asistir, con las restricciones propias de estos de tiempos, para jalear a su ídolo. No por nada, Leo Harlem arrastra una masa de seguidores, fans e incluso algún que otro hooligan que hacen gala de una admiración con mayúsculas. Como si viesen a Messi(otro Leo...) o, ya puestos en Bilbao, al mismísimo Aritz Aduriz. En días grises como los actuales, el recorrido que propuso el cómico por el vademecum de sus más célebres y celebrados monólogos es un campo abierto luminoso y festivo.

Su facilidad de palabra y el verbo ágil que gasta recuerdan a las habilidades de los viejos buhoneros trotamundos, con el atractivo de palabra de una piedra imán. Desde los metrosexuales a las ciudades españolas, el humorista trata temas tan cotidianos como la noche, la cocina moderna, los bares, las redes sociales o las fiestas de pueblo entre otros. Ese totum revolutum de ocurrencias que fue encadenando provocó un incesante estallido de carcajadas y durante hora y media pareció instaurada la república de la risa constante.

"Oiga usted, ¿sabe de dónde le viene ese apellido?" Media hora antes del comienzo, Carlos Iriarte y Nekane Marin me lanzan la pregunta. No creen que tenga nada que ver con el antaño peligroso barrio neoyorquino. Lo ignoro pero míster Google acude en mi auxilio. "De los 28 años a los 40, trabajó en un bar de la capital vallisoletana, el Harlem, de donde más tarde tomaría su nombre artístico". Solventada queda la duda. Casi al tiempo, iban llegando al Palacio Euskalduna Mireia Zuluaga, Ander y Ainhora Zabala, José María Hernández, Anne García, Yolanda Amorrortu, Saioa Martínez, el mismísimo Jon Ortuzar, quien pasó por taquilla para sacar las entradas que hoy le pasaportarán al paraíso del humor disparatado; Iñaki López, Aranzazu López, Jesús Losada y Lourdes Santamaría entre otra buerna gente que acudió en procesión al estadio. Perdón, al teatro.

Miren si tiene poder de atracción que para la sesión de hoy apenas quedaban un puñadito de entradas, para el sábado no hay papel y para el domingo otro puñado, así que si despertó su curiosidad sepa que no le queda sino apresurarse. Lo hicieron para el día de ayer Carmen Olarreaga, Irune Ortiz de Zarate, Maite Etxebarria, Anton García, Ainhoa Burgos, Inazio Iturriaga, Txaro Arrien, Miren Arrien y Javier Carballo entre otros. Visto el aspecto variopinto en edades y caracteres de la concurrencia puede decirse que se trata de un espectáculo apto para todos los públicos... ¡salvo los avinagrados!

La gente fue llegando a cuantagotas, como manda el canon pandémico. A la cita no faltaron Sara Ortuzar, Elena Muguruza, Miren y Olatz Mandiola, Iker Mendibelzua, Mikel Franco ("o Mikel F. si lo prefieres", puntalizó guasón...), el fotógrafo Moreno Esquivel, Manuel López, Aitziber Raya, Ane López, Jesús García, Isabel González, Iñaki Goikoetxea, Manu Egizabal, Javier Ampuero, Natalia Sampedro, Anne Zulueta, Amagoia Iturriaga, Ana Fernández, Koldo González y toda una corte de seguidores del viejo Leo, que ya se ha hecho nombre entre las gentes del pueblo.

En su espectáculo Leo pone patas arriba la cotidianidad para hacer reír al respetable con un humor fresco, pero sin meterse en jardines. Procura no embarrarse para no calzar katiuskas hasta las ingles. Lo logra hablando de los usos infinitos del teléfono móvil, de lo que está de moda, de estar sano, de ser metrosexual, de los viajes que hacemos para molar€ De todos nosotros en un momento dado. Al fin y al cabo, el hombre ha detectado que vivimos en un mundo de meticonismo, un tiempo en el que uno se mete donde no le llaman. A Leo, sin embargo, le llaman con asiduidad. Quieren, queremos, oírle.

Leo Harlem muestra, con 'Deja que te cuente', una selección de los mejores monólogos de toda su trayectoria

El Palacio Euskalduna estalló en carcajadas con la actuación del cómico leonés que abarrotó la sala con un show de 90 minutos