BILBAO - Los gestos, por tímidos que sean, cobran estos días un protagonismo inusitado. Es tiempo de pactos y más allá de que las decisiones se celebren en la órbita de los partidos, cada cual intenta medir sus fuerzas en la negociación. Los resultados electorales del pasado domingo obligan a equilibrios numéricos. A unos más que a otros, pero toca esperar. De momento, parece que la buena sintonía que han mantenido estos cuatro años PNV y PSE en el Ayuntamiento de Bilbao se ve “amenazada”, aunque también son cosas del guion de estas negociaciones.

La formación de los gobiernos -ya sean municipales, forales, autonómicos o estatales- requiere de mucha más cocina de la que trasciende. Por eso, la prudencia en estos casos es el ingrediente principal. Ayer se celebró el primer acto de agenda del Ayuntamiento de Bilbao tras la celebración de las elecciones municipales del domingo y en él coincidieron los dos partidos que han sido hasta ahora socios en el gobierno municipal y que, por cierto, acabaron la legislatura como un matrimonio bien avenido.

Sin embargo, los recelos parecen haber surgido ahora. Tanto el alcalde, Juan Mari Aburto, como Alfonso Gil, portavoz socialista, ensalzaron durante la campaña el tándem PNV-PSE que logró importantes acuerdos en los últimos cuatro años. Y no es que nadie diga ahora lo contrario, pero la situación de partida tras la respuesta de la ciudadanía en las urnas marca un escenario diferente al de 2015, cuando el PNV tenía trece concejales y necesitaba un apoyo estable frente a la bancada de la oposición que sumaba 16 ediles.

Las primeras declaraciones del alcalde en funciones ponen el acento en la mayoría conseguida el 26 de mayo. Una mayoría que, si bien no es absoluta, le permitiría “gobernar y bien”, llegando a pactos puntuales, aunque Aburto también declaró que “la estabilidad también está bien”, y que conversará con todos los partidos, empezando por el PSE, ya que es el partido mayoritario de la oposición.

La decisión la adoptarán los partidos, pero en el cuerpo a cuerpo cada uno mide sus fuerzas. Los socialistas creen que su papel en la gestión municipal de Bilbao es clave para la estabilidad y también para la convivencia. Su apoyo daría mayoría absoluta al equipo de gobierno que surgiera y también sumaría mayoría absoluta en la bancada de la oposición. Así que de alguna forma consideran que su representación, además de numérica cuantitativamente, tiene mayor peso cualitativo. Es por ello que su posición de partida con cinco concejales frente a los catorce del PNV no les achanta. Confían en que cuatro años de matrimonio municipal, en los que tan solo han tenido tres crisis visibles, que además supieron reconducir sin estridencias, les den la oportunidad de renovar votos, pero, eso sí, debería de producirse en igualdad de condiciones. También Alfonso Gil marcó territorio con sus primeras declaraciones tras las elecciones. “Todo por Bilbao”, pero no a costa de cualquier cosa. Ya apoyó en pactos puntuales a Iñaki Azkuna cuando este tuvo mayoría absoluta, lo que le costó más de una explicación, aunque también está dispuesto a estar en el banco de la oposición si no logra sus objetivos. O eso parece.